Solidaridad y ayuda mutua entre los trabajadores en la Argentina de comienzos del siglo XX

por Florencia D’Uva

Mientras escribo estas líneas, el mundo se encuentra paralizado desde hace semanas a causa del tristemente célebre COVID-19 y crece la preocupación sobre cuándo y cómo saldremos del aislamiento. La paralización de la actividad económica afecta principalmente a los sectores de la población inmersos en la economía informal, quienes viven al día, pero inclusive muchos de aquellos que cuentan con un trabajo formal y remunerado se enfrentan a la incertidumbre de no saber cómo y cuándo cobrarán su salario o, peor aún, si conservarán su empleo. En este contexto surgen todo tipo de iniciativas solidarias que buscan contribuir a la sobrevivencia de aquellos sectores más vulnerados y, sin dudas, el pasado tiene mucho para enseñarnos sobre las estrategias que se dieron los trabajadores para hacer frente a la adversidad.

En la Argentina de comienzos del siglo XX eran pocas las leyes destinadas a proteger y mejorar las condiciones de vida y trabajo de la población obrera. Si bien, con el fin de prevenir y contener el malestar social, desde el Estado comenzaban a surgir algunas discusiones e iniciativas que buscaban responder las demandas de vastos sectores laborales, lo cierto es que los trabajadores y sus familias se encontraban generalmente desamparados ante la arbitrariedad patronal y los infortunios del trabajo.

Enfermedades, accidentes, despidos, eran tan solo algunas de las situaciones de vulnerabilidad a las que se enfrentaban los varones y mujeres que se ganaban la vida con su trabajo. Por este motivo, la organización de socorros mutuos, así como otras prácticas solidarias, no solo fueron corrientes, sino que se tornaron cruciales entre las organizaciones de trabajadores. Subsidios, donaciones, listas de suscripción, rifas, fiestas a beneficio, entre otras, eran parte del repertorio que distintas sociedades obreras pusieron en práctica para paliar las consecuencias negativas que estas situaciones representaban para los trabajadores y sus familias. Las acciones solidarias solían presentarse como un deber obrero y encarnaban verdaderos símbolos de camaradería y compañerismo que contribuían a aliviar la realidad de quienes transitaban circunstancias de necesidad.

Sindicatos, mutualidades, cooperativas y otras entidades de carácter obrero cumplían una función protectora ante la ausencia de seguridad por parte del Estado y del empresariado, desplegando redes de ayuda que se tornaban fundamentales para la sobrevivencia cotidiana de trabajadores y trabajadoras. Cabe aclarar que la existencia de estas prácticas solidarias estuvo acompañada por luchas y demandas de leyes, reglamentaciones y normativas de trabajo que brindaran protección y seguridad para la población obrera.

Recuperar la historicidad de las estrategias de solidaridad de los trabajadores, así como sus luchas por derechos, puede contribuir al debate actual sobre la incertidumbre que atraviesa al mundo laboral a raíz de la pandemia. Al igual que sucedió a comienzos del siglo pasado, la presente coyuntura se presenta como una oportunidad para pensar el rol y la intervención del Estado en la regulación de las relaciones de trabajo y la implementación de políticas sociales, la actuación de las organizaciones obreras y las patronales en la discusión de formas, reglas y condiciones laborales, y el lugar que ocupan las redes de solidaridad y ayuda mutua en un mundo del trabajo caracterizado por la precarización y la informalidad.

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