por Miguel Ángel Sandoval García
Desde hace muchos años los historiadores se han propuesto estudiar no sólo los grandes acontecimientos o a los personajes “más importantes”; también se han interesado por los sucesos cotidianos, por los individuos “pequeños”, por la gente común y corriente. Es decir, por una historia que vaya más allá de los grandes sobresaltos de la humanidad. De entre la amplia variedad de temas que pueden estudiarse actualmente, hay uno resulta especialmente intrigante: ¿cómo han concebido las sociedades su futuro? Siempre ha existido una preocupación por el porvenir y, al contrario de lo que ocurre con el pasado, del que sí tenemos conocimiento gracias a las huellas que de él permanecen en el presente, nadie sabe con certeza qué dirección tomará la humanidad en las décadas venideras; todo lo que se crea que sucederá en los próximos años son sólo suposiciones.

Ahora bien, lo anterior no impide que algunas personas se hayan esforzado en imaginar cómo será el futuro y qué lugar ocupará el ser humano en él. Cuando ha sido posible, dicha curiosidad ha quedado plasmada en diversos soportes: en la literatura, en las artes plásticas, en el cine. Gracias a ello los historiadores contamos con referencias para conocer las distintas percepciones que el hombre ha tenido sobre su propio destino. Y si bien no podemos estudiar el porvenir, puesto que todavía no ha ocurrido, sí podemos acercarnos a la visión que se tenía de él en un momento dado.
Un personaje cuyas ideas futuristas han gozado de gran popularidad entre los aficionados a la ciencia ficción es Ray Bradbury. Este escritor norteamericano nació en Waukegan, Illinois, en 1920, y murió en Los Ángeles, California, en 2012. De procedencia humilde, este autor nunca contó con los recursos económicos necesaros para pagar una educación universitaria, pero eso no le impidió hacerse de una amplia trayectoria literaria, en la que se incluyen novelas, ensayos y cuentos. Como escritor exploró diversos géneros de la literatura, pero es más conocido por sus aportes a la ciencia ficción. De su gruesa bibliografía ocupan un lugar importante los relatos sobre viajes espaciales, epidemias de origen terrícola que asedian pueblos marcianos, y sociedades que viven bajo gobiernos autoritarios que se dedican a quemar libros para impedir que la gente “piense”.
La mayoría de los cuentos y novelas de Ray Bradbury versan sobre sociedades “indeseables” o, mejor dicho, sobre futuros en los que los seres humanos se muestran incapaces de dirigir su propio destino, en la que los avances tecnológicos los ha “deshumanizado” a tal grado que les ha arrebatado su capacidad de sentir empatía. Este autor era tan acertado en sus predicciones literarias que no sólo llegó a prever la existencia de tecnologías que hoy en día utilizamos, como los dispositivos portátiles de reproducción audiovisual —se adelantó a los relojes inteligentes y al celular; también su concepción de cómo sería la sociedad y qué problemas enfrentaría en los años venideros ha sido relativamente atinada.
La idea de un futuro apocalíptico no es nueva. En los últimos años la industria del entretenimiento ha tenido un papel clave a la hora de señalar las posibles adversidades que podríamos enfrentar en algunos años. Actualmente, ¿cuántas películas o series con tintes futuristas no están ambientadas en contextos catastróficos, similares a los que describía Bradbury en sus novelas? La esperanza humana en el porvenir se ha ido perdiendo a raíz de la segunda guerra mundial. Pero eso no siempre fue así. Durante el siglo XVIII y XIX, por ejemplo, era mucho más fácil creer que a los seres humanos les deparaba un futuro mejor, en el que el desarrollo científico, comercial e industrial acabaría llevando a todas las civilizaciones, tarde o temprano, a gozar de la modernidad y el progreso. De tal modo que no sólo las ideas sobre el pasado han cambiado; las concepciones que la humanidad ha tenido sobre al futuro también se han transformado con el tiempo.