El papel de las milicias patriotas en la contrainsurgencia novohispana

por Laura Brondino

Anaximandro Pérez Espinosa recién defendió en l’EHESS su tesis de doctorado titulada “El poder del espacio. La construcción de la contrainsurgencia en la guerra civil de Nueva España (1810-1821) a través del Ejército del Sur y la División del rumbo a Acapulco”. Como indica el título, el autor desarrolla lo que publicó en https://blogatarraya.com/2023/07/06/comandancias-fuerzas-militares-y-control-central-sobre-las-regiones/

La guerra de guerrillas librada por la insurgencia, y las propias características del territorio, obligaron a los realistas a adoptar la misma guerra irregular, como se decía entonces, en múltiples frentes regionales y locales. Por ello el estudio se centra en el nivel regional y local. Anaximandro utiliza la historia militar – cómo se organizaba la lucha en términos estratégicos y tácticos – para rendir cuenta de la fragmentación de las fuerzas armadas realistas y su consiguiente autonomización.

Como parte del análisis de la dinámica centrífuga de la estrategia virreinal, Anaximandro ofrece un estudio pormenorizado de las fuerzas armadas. Al Ejército de la Nueva España lo componían los veteranos (profesionales originarios de España) y las milicias provinciales, o regladas o disciplinadas (por disciplina y superioridad jerárquica veterana, o sea militar) conformadas, en principio, por las élites novohispanas. A este Ejército se sumaron las milicias patriotas, que surgieron con motivo de la insurgencia para la defensa de las poblaciones por sus propios vecinos. Sin duda menos conocidas que el Ejército, constituyen el elemento más “popular” de la lucha, si se considera que eran civiles (aunque bajo mando militar) y los únicos oriundos de las regiones en donde se libró la contrainsurgencia. En vísperas de la independencia estos patriotas eran más numerosos que el Ejército. Los casos que estudia Anaximandro, sorteando la inmensa dificultad de las reducidas fuentes militares relativas a estas milicias, muestran que el gobierno virreinal logró movilizar a muchos civiles lo cual, sumado a su contribución en inteligencia y recursos, apunta hacia el mayor grado de organización del bando contrainsurgente (aun bajo mando desconcentrado) frente a los rebeldes, literalmente descabezados o desunidos después de 1815.

Anaximandro estudia cómo fue variando el número de integrantes y las proporciones de Ejército y patriotas según los momentos – en función de las necesidades de la lucha. Y aquí entra el estudio cualitativo de estas milicias, o más precisamente estratégico y táctico. Su reglamento les encargaba tareas de defensa de las poblaciones y de auxilio a los “militares”. Sin embargo, con el tiempo, el carácter auxiliar permitió aunar ofensiva y defensiva. El mapeo de su presencia muestra que podían servir para prolongar operaciones militares. Del estudio de las tareas ofensivas destacan las “partidas mixtas”, es decir pequeños grupos compuestos de “jirones” de los tres componentes, bajo mando militar. Si los altos mandos tendieron a ver en estas mezclas un peligroso desorden, su mantenimiento prueba su efectividad, sin duda por la adaptabilidad que brindaban. El autor también señala que esta “mescolanza” pudo constituir el crisol de nuevos intereses y poderes locales autónomos.

Abriendo muchas pistas a partir del efecto centrífugo y constructor de la guerra, este análisis que culmina en 1821, constituye una gran invitación para profundizar en el estudio de las relaciones entre las milicias patriotas y los pueblos que en principio debían defender y de los cuales obtenían sus recursos; también será útil para analizar y aquilatar, en las regiones estudiadas, la refundición de las milicias patriotas en milicia cívica (y luego Guardia nacional) lo que supuso que el cometido de estos civiles armados pasaría a ser la defensa del orden constitucional, y su mando civil a nivel municipal. Siguiendo la inquietud política que sostiene la investigación de Anaximandro, esperamos que este tipo de historia militar y la historia política y social se vayan acercando y dialogando para precisar los resortes de nuevos y viejos actores políticos locales y regionales en el México del siglo XIX.

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