Contar con dieta o estar a dieta.

El salario de los diputados en los inicios de la representación en el Río de la Plata (1810-1811)

por Marcela Viviana Tejerina

La palabra dieta, para identificar a la ayuda de costas de los diputados, comenzó a utilizarse en España hacia el año 1810. En los términos de la época, la dieta remitía al salario que ganaba un juez de comisión y la voz salario aludía al estipendio que se daba a todos los que ejecutaran alguna comisión o encargo por cada día que se ocupaban en ello o por el tiempo que emplearan en completarlo.

Así las cosas, en la península, los procuradores de las ciudades con votos en Cortes recibían el “salario de procuración”, una suma que estaba destinada a gastos y gestiones. Más adelante, en las Cortes liberales de Cádiz, se mantuvo una retribución equivalente para todos los diputados. Luego, con la constitución de 1812, la asignación de una dieta quedó legitimada según el ejemplo de la revolución francesa, que la había destinado para los diputados que ejercieran la función legislativa. Mediante la manutención de los representantes y, fundamentalmente, la de aquellos que no pudieran proveérsela por sus propios medios, se buscaba que todos pudieran estar presentes y hacer escuchar su voz en la asamblea.

Para la misma época, el tema de las dietas apareció, también, en Chile, México y el Río de la Plata, como una evidencia más de los desafíos que eran comunes tanto a las nacientes repúblicas americanas como a las monarquías constitucionales europeas. Nacidas de las revoluciones liberales, la mayoría se hallaba en proceso de afianzar la representación política fundada en el principio de la soberanía popular.

Quienes han estudiado los aspectos relativos al pago de los diputados en ambos lados del Atlántico, los han asociado al proceso de profesionalización de la política y la consiguiente definición de una nueva y distinta ocupación, la del legislador, así como a una variedad de cuestiones, tanto de naturaleza moral como material, incluidas aquellas vinculadas al honor, al altruismo, las incompatibilidades o la corrupción entre los representantes de los pueblos.

En algunos casos, como los referidos a España o a Chile, se puso el acento en el problema para el sostenimiento de los representantes, presentado como emergente de las profundas dificultades económico financieras que debieron enfrentar los nacientes gobiernos liberales y sus implicancias políticas.

En otros casos, como el del primer imperio mexicano, el tema de las dietas ha sido analizado como objeto de disputa entre quienes defendían la idea de un ejecutivo fuerte y aquellos que pretendían la preponderancia del legislativo.

En el Río de la Plata revolucionario, por su parte, ha sido estudiado como uno de los condicionantes para la integración de las ciudades al nuevo andamiaje político institucional que comenzó a delinearse luego de la vacancia del trono español y sobre la base de los principios del autogobierno y representación.

En este caso, la primera experiencia fue al cabo de la revolución de mayo de 1810, cuando la Junta Provisional Gubernativa convocó el envío de representantes de las ciudades para integrarse a tal órgano de gobierno en Buenos Aires, en nombre del rey Fernando VII. Para ello, la junta informaba que los costos y manutención de los diputados en la capital quedaban a cargo de cada ciudad, al mismo tiempo que establecía una suma fija diaria que se les debía abonar desde el día de salida hasta el regreso.

En tanto que, en comparación con otros cargos, el monto fijado por la junta podía considerarse digno, la mayoría de las ciudades mostraron amplias dificultades para hacer frente al pago de las dietas de sus representantes. En un caso, incluso, se llegó a afirmar que, en lugar de contar con dieta, al diputado no le había quedado más remedio que estar a dieta.

Esta información fue extraía del libro de Marcela Viviana Tejerina (2023), La casta antes de “la casta”. La política y los políticos en los comienzos de la historia argentina. Rosario: Prohistoria.

Deja un comentario