Drácula, puentes con la historia

por Fausta Gantús

Drácula es mucho más que un Conde maléfico y perverso, de vida nocturna, que acecha entre las sombras el sueño de mujeres a las que obnubila y somete a su encanto para arrancarles la vida, succionándoles el vital líquido sanguíneo con el que alimenta y preservar su inmortalidad y su maldad. En 1897, Bram Stoker, británico, dotó a la literatura con la creación de uno de los personajes del reino de la oscuridad que mayor trascendencia, impacto y repercusión tendría sobre la imaginación de la sociedad del siguiente siglo.

Verdaderamente descollante en la novela de Stoker es haber logrado conjuntar en su
obra los elementos más importantes de la discusión científica e intelectual de su época. Así, el mundo de la superstición, las leyendas, el ámbito de lo paranormal, los principios constitutivos de la sociedad –ideas, creencias y normas–, la recreación de hábitos y costumbres, la crítica a los valores imperantes, la cuestión de los papeles de género, la fe y los preceptos religiosos, los principios, teorías y progresos científicos –en especial los médicos, naturalistas, legales, psicológicos e históricos–, y los discursos racionales se entremezclan en la exposición y la reflexión sobre la que va tejiendo el argumento. Lo que Stoker plantea y consolida es la convivencia de universos aparentemente opuestos y contradictorios: la conciliación entre ciencia, religión y superstición. Lo que proponía era evitar que los prejuicios, entendidos como obstáculos epistemológicos –ideas que bloquean la percepción de la realidad– impidieran arribar al auténtico conocimiento. Según el autor, la conciliación de posturas, el recobrar y aprovechar de cada área del saber humano los que a los fines de la empresa conviniera, esto es la conjunción de todo lo que ayude al éxito de una causa noble, es lo que permite triunfar sobre la oscuridad y continuar el avance hacia el progreso.

Su creación se constituyen en referente de su época. A pesar de estar considerada dentro del género del horror, Stoker cree en la redención de la humanidad, en la salvación y el progreso social con base en el entendimiento y la conciliación. Sugestiva es la visión de un ser que se alimenta con la sangre de los otros, lo que bien podría constituir una excelente metáfora de las desigualdades sociales. Pero, más desequilibrante resulta la naturaleza de Drácula, presentado, a partir de las ideas positivistas, como un ser inteligente en proceso de desarrollo, un ser que evoluciona y crece, mentalmente, y que pretende expandir su radio de acción e influencia, que desea proyectarse geográficamente y esta metáfora me remite a la idea de la dominación a través del imperio de la fuerza, de unos pueblos sobre otros. E igual de atrayente resulta la posibilidad de encontrar una metáfora en la figura del Conde que se traduciría en una excelente crítica a la aristocracia, o descubrir el pronóstico del autor respecto de la amenaza que el creciente poder de los Estados Unidos suponía al equilibrio mundial cuando aparentemente exalta los valores de esa nación y de sus hombres.

A través de las páginas de la obra, asistimos también a la lucha entre el bien y el mal que corre al parejo que el enfrentamiento desigual entre la fuerza y la debilidad, que responde a los estereotipos y creencias fundadas en la superioridad del sexo masculino sobre el femenino, de los adultos sobre los infantes, esto es el entendido y aceptado estado de cosas donde los poderosos dominan a los desvalidos, que encuentra también su fundamento en los conceptos científicos del momento.

Con el correr de los años la mirada supersticiosa se impuso, la exacerbación de los miedos ancestrales dominó la escena y saturó, en el siglo XX, la fantasía colectiva. Cientos de películas de todas las nacionalidades llenaron las salas de los cines y la gente abarrotó los foros, relegando casi al olvido la otra mirada, quizá la más importante que proponía Bram Stoker, la de la discusión científica e intelectual. Supongo, porque no tengo los documentos que lo prueben, que en su época, pese a su escaso éxito, debió ser motivo de enconadas discusiones que ponían el acento en los temas centrales que se exponen y debaten en la obra.

Por supuesto nadie pretende atribuir a Bram Stoker la creación del mito de ese ser maléfico, señor de la noche y de las sombras, porque es obvio que esa leyenda surge de la mentalidad popular y que ha estado presente desde tiempos remotos, en casi todos los confines del globo terráqueo y que tiene vigencia aún en nuestra época. En el reino de los vampiros Drácula, es, sin duda, el amo y maestro.

Cabe destacar que para los historiadores la obra supone un precioso ejemplo en el que se evidencia el ejercicio de la aplicación de conceptos teóricos y metodológicos, aplicados con todo rigor, al más puro estilo de la escuela rankeana, inscrita dentro de la corriente positivista. Stoker escribe su novela estructurándola con base en supuestos documentos, especialmente diarios personales –testimonio de vida los llamaríamos nosotros–, pero también en recortes periodísticos, cartas, telegramas. Con fragmentos de historias particulares va escribiendo, o quizá sería más preciso decir reconstruyendo, la historia general. Para la creación de Drácula, recurre también al referente de personajes reales, históricos, como Vlad Tepes, príncipe de
Valaquia, que por su crueldad fue llamado «el empalador» o «el diablo», en quien se estima que el autor se inspiró para definir el perfil de su personaje, y, por demás está decirlo, se vale asimismo de la leyenda, esto es, abreva en las aguas de la cultura y la imaginería popular. Drácula es así una síntesis extraordinaria del rigor científico exigido a la historia, aplicado en la elaboración de una propuesta literaria, que nos recuerda en dónde estriba la diferencia esencial entre estos parientes tan cercanos.

El autor renuncia a las fórmulas y no encontramos la acostumbrada voz única, en tercera persona, del narrador omnipresente que todo lo sabe, esto es, la estructuración como totalidad de una sola conciencia. Lo que presenciamos es una construcción dialógica, entendida esta como la interacción de diferentes voces que van construyendo el relato; voces múltiples de actores que sólo conocen la escena en la que intervienen, y que Stoker va engarzando para contarnos la historia.

La literatura sólo tiene tiempo y espacio definidos al momento de su creación pero no respecto de su proyección. Obras como Drácula pertenecen a todos los tiempos, posteriores a su aparición, y a todas las geografías. Porque Drácula es un clásico moderno. Porque Bram Stoker realmente creó un personaje inmortal que logró dominar a los hombres y apoderarse del mundo.

Un comentario

  1. Felicito a la autora.
    Como aficionado a la literatura y a la historia, me parece inspirador este trabajo.
    Literatura, ciencia, política, cine, antropología, historia, todo en un mismo artículo.
    Una manera envidiable de lograr una visión integral.
    ¡Gracias Fausta !

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