por Rodrigo Gordoa de la Huerta
Entre los siglos xvi y xvii los alcaldes mayores y corregidores fueron los representantes del gobierno real en las villas, pueblos y lugares del virreinato de Nueva España. Estos cargos fueron creados como parte de una instancia local de gobierno que tenía tanto funciones administrativas, como potestad judicial. En términos doctrinales el fin último de estos “gobernadores provinciales” era la preservación del orden establecido por medio de la impartición de justicia en su partido, el cuidado de la doctrina entre los indios (en el caso de los corregidores) y la “buena administración” de las rentas reales.
Para cumplir fiel y diligentemente con su cargo, los alcaldes mayores y corregidores estaban regulados por una serie de normas escritas (reales cédulas, ordenanzas, instrucciones, etc.) y mecanismos de supervisión como el “juicio de residencia”. Por su parte, los alcaldes mayores y corregidores se hicieron de algunos instrumentos para imponer su autoridad a nivel local, los cuales eran la expresión de su jurisdicción. Entre estas insignias destacan las “varas altas de real justicia”, definidas entre los siglos xvii y xviii como la “[…] insignia de jurisdicción [que] traen los ministros de justicia en la mano, por la cual son conocidos y respetados, y en ella está señalada una cruz en la parte superior para tomar en ella los juramentos”. (Diccionario de autoridades, Tomo VI).
Estas insignias fueron empleadas por los alcaldes mayores, alguaciles, corregidores, justicias y los recaudadores de rentas reales como objetos que eran la representación física de su autoridad, ya sea como un instrumento con el cual se le tomaba juramento a los involucrados en una disputa judicial, un bastón que debía ser portado por las autoridades locales en las fiestas o como una eficaz herramienta para compeler a los comerciantes que tuvieran adeudos con la Real Hacienda. Otra muestra de la importancia de estos emblemas de poder puede ser vista en los procesos judiciales. En estos documentos existen casos en los cuales los conflictos jurisdiccionales se dirimían (sin afán burlesco alguno) por medio de determinar cual de las autoridades tenía la vara de justicia de mayor tamaño.
En los archivos podemos encontrar casos como el de un alcalde que reclamaba que el arrendatario de alcabalas de su pueblo debía llevar un bastón en lugar de una vara alta, un corregidor que luce retratado por los indígenas que padecieron su abusivo gobierno como un hombre que sostiene altivamente una vara o un alcalde que coacciona a los causantes por medio de huesos quebrados y narices rotas. El uso de las varas altas es un ejemplo elocuente, ya que aparece en varias representaciones como los documentos pictóricos empleados por los indígenas en algunas causas judiciales, en donde se aprecian a los corregidores con las varas altas y en los documentos judiciales y contables se utilizaban para que los declarantes “juraran ante la cruz”.

En las fuentes documentales aparecen de manera fugaz estos testimonios, los cuales son para un ojo inexperto meras anécdotas pintorescas de un pasado remoto. Lejos de ello, son ejemplos del uso de las insignias como expresión del poder real que estaba presente en cada uno de los partidos y de las provincias de Nueva España.