por Ángel Limón
1918, finales de la Primera Guerra Mundial: pandemia de la llamada gripe o influenza “española”. Se extiende por Europa y arriba a América. Llega a un México debilitado tras años de guerra civil, a un México que apenas comienza a pacificarse y con una economía desarticulada y frágil. Entra al país hacia finales de septiembre de ese año, por las ciudades norteñas en frontera con Estados Unidos y por los puertos del Golfo de México. La prensa periódica va dando cuenta de su avance. Su pronta propagación alerta al gobierno mexicano; a partir de mediados de octubre el Congreso de la Unión trabaja en comisión especial de diputados para dar seguimiento a la emergencia de salud pública, apoyar al gobierno y hacer propuestas. Para urgir la formación de esas comisiones, el diputado federal José de Jesús Leonardo Eugenio Siurob Ramírez, médico de profesión –general de división con mando de tropas durante la Revolución y, antes de 1918, gobernador por breves periodos de Querétaro y Guanajuato–, manifestó entonces su alarma y explicó:
Parece increíble, señores diputados, la ligereza con que se toma un asunto que tiene verdadera gravedad social y verdadera importancia para toda la República; me refiero a las características con que ha aparecido una verdadera gravedad, lo que se acostumbra llamar por el nombre de «gripa española». Los médicos sabemos perfectamente que este padecimiento, debido a la simbiosis de varios gérmenes con el bacilo de Pheiffer, que es el que produce ordinariamente la gripa, que de tiempo en tiempo proviene lo más a menudo de Europa, invade nuestra República y ocasiona innumerables víctimas.
A todo el mundo consta lo despoblado que se encuentra el país, la circunstancia en que desgraciadamente se encuentra sumido nuestro pueblo y sobre todo nuestro pueblo bajo, las malas condiciones de higiene a que está sometido y la gravedad que reviste la existencia de una epidemia de esta clase, que con el tiempo se hará endémica si no se ponen los medios apropiados para ello y será por lo tanto una gran causa de mortalidad en la República. (Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, 18 de octubre de 1918)
El doctor Siurob Ramírez instó a “coadyuvar con el Poder Ejecutivo en la medida de sus circunstancias para que pueda ser combatida de una manera más eficaz esta calamidad pública”. El Congreso respondió: se aprobó la formación de la comisión especial sugerida por Siurob Ramírez. La Comisión procuró ideas y recursos: «esta Comisión tendrá por objeto ver si se necesita mayor cantidad de fondos para que esta Cámara decrete una ayuda honorable al Departamento de Salubridad Pública en la forma que sea necesario, ayuda pecuniaria votando una ley para que sean proporcionados los fondos necesarios para combatir esa epidemia como debe ser. (Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, 18 de octubre de 1918)»
Las medidas no serían suficientes para detener aquella epidemia, una de las más fuertes que la humanidad había conocido. No era posible detenerla con los medios de aquella época y, menos aún, en la coyuntura en que México se encontraba tras ocho años de lucha armada. El pico de la epidemia duró en México dos meses: octubre y noviembre. En la ciudad de México fallecieron poco más de 7 000 personas, pero en el país en su conjunto perdieron la vida presas de la gripe “española” alrededor de 300 000 –en el mundo hubo cerca de 50 millones de decesos.
La intervención del Congreso federal, en las acciones del Estado mexicano para combatir, en 1918, la terrible pandemia que amagaba al país, quedaron asentadas en los Diario de los Debates de las Cámara de Diputados y Senadores, es así que esas crónicas legislativas constituyen fuente hemerográfica invaluable para seguir esa participación: preocupaciones, conocimientos, debates y acciones. El de la Cámara de Diputados puede consultarse en: http://cronica.diputados.gob.mx y el del Senado es posible consultarlo en línea en: https://www.senado.gob.mx/64/diario_de_los_debates