La vigencia de La inquilina de Wildfell Hall

por Diana Medina de Santiago 

Este año se cumplieron 200 años del nacimiento de Anne (1820-1849), la menor de las hermanas Brontë. Su obra es menos conocida que la de Charlottë (1816-1855) y Emily (1818-1848), cuyas novelas Jane Eyre(1847) y Cumbres borrascosas (1847) han recibido mayor atención. Anne no se quedó atrás y publicó dos novelas, la primera, Agnes Grey (1847) cuenta las vicisitudes de una joven mujer que decide trabajar como institutriz para ayudar económicamente a su familia. En su segundo libro, La inquilina de Wildfell Hall (1848), nos muestra una historia que bien podría haber salido de los diarios nacionales de la actualidad. La trama gira alrededor de la joven viuda Helen Graham quien misteriosamente, llega a vivir con su pequeño hijo a una antigua mansión llamada Wildfell Hall, pero que ahora se encuentra en un estado ruinoso. Los casi nulos deseos de la señora Graham por socializar y sus estrictas opiniones acerca de ciertos hábitos provocan que los pobladores, al igual que los lectores, se pregunten qué es lo que se esconde detrás de esa aparente introversión. El misterio se resuelve mientras la señora Graham cuenta su historia, que provoca que el lector tanto decimonónico como el actual se horrorice; el primero, por el retrato crudo, terrible y el segundo por la dolorosa contemporaneidad de uno de los principales temas de la novela: la violencia doméstica. 

Este retrato explícito provocó críticas, por lo que en la segunda edición, Anne defendió la novela en un prefacio diciendo que su objetivo al escribirla no sólo era entretener sino también decir la verdad. Asimismo, cuestiona si describir algo malo desde el ángulo más favorecedor era realmente honesto o simplemente lo más seguro para el autor.  

Posteriormente, a la temprana muerte de Anne en 1849 por tuberculosis, Charlotte evitó que La inquilina de Wildfell Hall fuera reimpresa con el fin de proteger la reputación de su hermana, ya que consideraba que la novela había sido un error. Cabe mencionar que las novelas de las hermanas Brontë fueron publicadas bajo los seudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell. Esto fue para evitar que su condición de mujeres jugara un papel en la opinión de los lectores, ya que, en el siglo XIX, las mujeres escritoras no eran vistas con buenos ojos. Las verdaderas identidades de Emily y Anne se conocieron hasta después de sus muertes.   

Lo que escandalizó a los lectores victorianos es lo que continúa siendo parte de las historias reales de violencia contra las mujeres en México y en otros países. En la novela vemos cómo la protagonista, Helen, se enamora de un hombre joven quien, inicialmente, es amable y alegre. La relación continúa y culmina en un matrimonio con un hijo. Al iniciar la convivencia cercana es cuando sale a flote el alcoholismo de su esposo Arthur. Esta situación lleva al maltrato emocional y a que Helen decida proteger a su hijo de la influencia del padre. En esos años, se esperaba que las mujeres permanecieran con sus esposos hasta la muerte, cualquier situación que se desviara de esa norma era duramente condenada. Además, la autora muestra las consecuencias del alcoholismo, una enfermedad progresiva y fatal. 

Hoy, a poco más de doscientos años de su publicación y en un contexto muy diferente a la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX, el lector mexicano puede reconocer la vigencia de este libro. Recomiendo su lectura a todos los interesados en conocer una historia que refleja, entre otras cosas, la valentía de la escritora al adentrarse en un tema cuyo tratamiento literario estaba casi prohibido en la época de su publicación. 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s