“Los enfermos”. La guerrilla urbana en Culiacán

por Josué David Piña 

“Fuimos enfermos y no hubo medicina que nos curara 

al inoculársenos el virus rojo del comunismo”.

Luego del trauma generado por la matanza de estudiantes en Tlatelolco en 1968 y la posterior cerrazón política del gobierno de México a entablar diálogo con diversos sectores de la sociedad civil, muchos jóvenes universitarios consideraron no haber otra opción de modificar el statu quode las estructuras nacionales, más que optando por la vía insurreccional. 

La Revolución Cubana por esos años todavía gozaba de gran legitimación y ejemplo entre grupos de izquierda en México y Latinoamérica. Mientras tanto, en el contexto internacional la Guerra Fría se encontraba en su clímax. 

En este escenario, entre los grupos estudiantiles más radicalizados de diversas universidades públicas del país brotó la idea de articularse en torno a una organización clandestina de corte marxista-leninista, para de esta forma, luchar por los ideales comunistas de la liberación del proletariado: la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Muchos estudiantes universitarios de Sinaloa fueron atraídos por esta convocatoria. Serían los integrantes de la extinta Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS) alumnos en su mayoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), que en 1972 se adhirieron a la Liga con el seudónimo de “Los Enfermos”. De esta manera dichos jóvenes también pasaron a operar en la clandestinidad y a implementar movilizaciones guerrilleras urbanas contra las autoridades.

Cabe subrayar que para “Los enfermos”, como otros grupos guerrilleros, la lucha armada iba respaldada de justificaciones teóricas y políticas. Contaban con una serie de estrategias propagandísticas entre las que se encontraban revistas impresas y volantes, con el fin de conseguir simpatía entre la sociedad en general; principalmente en sectores campesinos, obreros, así como con profesores y estudiantes. 

A “Los enfermos” se les adjudicó, por ejemplo, la teoría de la Universidad-Fábrica,una tesis que argumentaba que las universidades eran un medio de producción en el cual los maestros eran considerados obreros; y que su fuerza de trabajo solo servía para producir mercancías. En este caso, estudiantes que se convertían en mano de obra calificada al servicio del modo de producción capitalista.

Por lo tanto, dentro de la concepción de estos jóvenes la universidad también tenía que ser destruida. Creían que dichos centros del saber no estaban al servicio del proletario, sino que era un modelo que reproducía la dominación burguesa en el mundo.

Entre 1972 y 1976 “Los enfermos” llevaron a cabo “expropiaciones” que consistían en atracos a bancos para el financiamiento de su programa político. Secuestraron a altos funcionarios de la UAS, se enfrentaron en varios a ocasiones con policías y militares en la vía pública. Participaban también en invasiones de tierras dedicadas a la agricultura industrial; mientras que en Culiacán ocuparon diversos predios para que la población de escasos recursos accediera a ellas. 

Todos los acontecimientos anteriores fueron registrados por los periódicos locales de la época, convirtiéndose en una gran documentación hemerográfica para la comprensión de ese episodio de la historia de Sinaloa en la actualidad. 

Sin embargo, el suceso histórico que marcó el ímpetu revolucionario de “Los enfermos” en la localidad y que demostró los alcances de su organización insurreccional en el estado y el país, fue la puesta en marcha de la operación “Asalto al cielo” el 16 de enero de 1974. Dicho evento fue un ensayo de revuelta popular que consistió en adoctrinar a los jornaleros de los grandes valles agrícolas de Culiacán a través de la agitación y propaganda comunista. El objetivo era llevar a cabo una jornada de actividades revolucionarias que implementarían por todo el país para derrocar al “Estado burgués”. 

Desde las primeras horas de ese día distintos comandos —no solo de “Los enfermos”, sino de otros grupos de la Liga Comunista 23 de Septiembre que se trasladaron al lugar de las operaciones—comenzaron con mítines relámpago exhortando a los campesinos a parar sus labores e incorporarse a la lucha. Posteriormente, carreteras y caminos de las inmediaciones de Culiacán fueron bloqueados. En la ciudad detonaron bombas molotov contra edificios institucionales muy específicos. 

A la par comenzaron a suscitarse diversos enfrentamientos entre la policía del Estado contra los grupos guerrilleros ya apoyados por sectores populares. Por tal motivo, las autoridades municipales reclamaron la intervención del Ejército. 

Para el transcurso de la tarde elementos armados del ejército mexicano entraban a la ciudad con vehículos blindados, mientras que en los valles agrícolas aterrizaban helicópteros militares con el Cuerpo de Paracaidistas. 

La reacción del gobierno federal fue brutal. Las cifras oficiales de muertos y detenidos nunca salieron a la luz. A partir de ese día, junto con otros eventos insurreccionales en otras latitudes del país, se inauguraría el episodio oscuro conocido como la Guerra Sucia. 

En Culiacán, testigos directos de esos años son la Unión de Madres con Hijos Desaparecidos de Sinaloa de los años 70s, activas hasta la fecha.

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