Tres mujeres en la revolución sandinista, parte III

por Grecia Jurado Azuara

Imagen 7. Susan Meiselas, On the road to Managua. Masaya, Nicaragua, 1979. Magnum Photo.

La conjunción de estas tres fotógrafas como Susan Meiselas, Claudia Gordillo y Margaret Randall (Imágenes 7, 8 y 9) en una misma reflexión, por lo disímil de sus obras, puede resultar incluso arbitrario. Si la búsqueda histórica de denominadores comunes entre aquello que producen las mujeres ha demostrado ser un tanto ociosa, incluso forzada, qué caso tiene, entonces, hablar de ellas como conjunto en una situación histórica específica, como fue la revolución sandinista. Conviene tal vez, traer a cuenta, uno de los textos que señaló, hace casi un siglo, aquello que resulta y resultaba urgente preguntarse sobre las obras y las cosas que hacen las mujeres.  En la primera página de Una habitación propia, Virginia Wolf se pregunta qué significa hablar de mujeres y novela: “las mujeres y su modo de ser; las mujeres y las novelas que escriben; o las mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas; o quizás estos tres sentidos estaban inextricablemente unidos…” Lo mismo podría aplicar al hablar de mujeres y fotografía. Hablamos de las mujeres mismas; de las fotografías que producen; y de las que aparecen en las fotografías porque, a pesar de sus diferencias, los tres sentidos están inextricablemente unidos. 

Imagen 8. Claudia Gordillo, Simetría. Catedral de Managua, 1980.

De nuevo, Wolf nos ofrece “una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para escribir novelas”. Más allá de lo específico de la circunstancia, la escritora nos plantea las condiciones que históricamente han alejado a las mujeres de la creación, en su caso literaria, y en el nuestro fotográfica. Que no necesariamente es un cuarto, como tampoco es en el caso de Wolf, pero sí la apertura de espacios, la concesión de fondos económicos brindados por las agencias fotográficas, o por las instituciones, incluso por las propias familias de las fotógrafas. Cuáles son, entonces, las condiciones que hacen, o han hecho posible que en este texto hablemos sobre tres mujeres, sobre las fotografías que hicieron; y sobre las mujeres que aparecieron en ellas. No resulta casualidad que tres visiones femeninas divergentes convivan en medio de una revolución empujada a su vez por mujeres.

Imagen 9. Mother and daughter, San Pedro Norte, near Honduran border, early 1980s

Se muestra evidente, entre las tres, la diferencia en las condiciones económicas que posibilitaron concretamente una y otra producción; no obstante, existió una condición política que permitió a las tres, confrontar sus imágenes en un espacio históricamente dominado por lo masculino y que, por un quiebre histórico específico, pero tirado por un impulso universal, admitió la circulación de su mirada particular. Sobre las escritoras Jane Austen y Emily Brontë, Wolf expresa su admiración porque “escriben como escriben las mujeres, no como escriben los hombres.” Asimismo, estas fotógrafas de las que aquí sólo tenemos un vistazo, revelan una obra honesta y congruente, tanto con sus propias trayectorias, como con sus posicionamientos ideológicos. De sus imágenes resulta un mosaico diverso en colores, formas y perspectiva; sin duda muy humano y cercano a lo que miran pero, sobre todo, lleno de rostros femeninos, de mujeres que, como ahora, se buscan unas a otras en la marcha de la historia.

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