Pasado y presente del teatro histórico educativo

por Paulina Latapí

Los trescientos años de dependencia de España tuvieron, en lo que fuera la Nueva España, hondas repercusiones en todos los ámbitos. En la época de la conquista y de la colonización, evangelizar significó conseguir que los indígenas abandonasen su propia religión y se convirtieran al cristianismo. Para ello, los frailes, con distintos matices según sus órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas principalmente), tuvieron entre sus estrategias aprender los idiomas originarios, educar a los hijos de los caciques e incorporar diferentes medios de evangelización. Dentro de éstos, el teatro ocupó un lugar esencial. El doctor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia y autoridad en el tema, en una magna obra coordinada por otro gran referente en el tema, el ya fallecido Miguel León Portilla, obra que lleva por título Iberoamérica Mestiza. Encuentro de pueblos y culturas (2013) asentó que “el mestizaje y sincretismo que se logra en esta labor es impresionante…los frailes tratan de desterrar todo el pensamiento mesoamericano pues lo consideran obra del demonio”.

Destacamos aquí que uno de los medios empleados por los frailes fue la construcción de capillas abiertas y dentro de ellas la elaboración de murales  con temas alusivos a las primeras representaciones teatrales. Los frailes instaron a los artistas indígenas a representar en los murales, más que elementos decorativos, verdaderos componentes escenográficos para las obras de teatro.

Gracias a diversos estudios sobre la educación novohispana sabemos que tuvo lugar una coincidencia de fondo entre el teatro de los pueblos originarios mexicanos y el teatro español traído por los conquistadores, pues ambos eran de carácter esencialmente religioso. Para el México Antiguo se ha estudiado particularmente el periodo preclásico tardío pues a este se refieren las fuentes coloniales. Alfredo López Austin, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y uno de los más reconocidos estudiosos del periodo, ha investigado la manera en que el rito y el mito se entrelazaban en las puestas en escena. Gracias al estudio de las fuentes hoy sabemos que las dramatizaciones incluyeron poesía, danza, canto y música y que eran maneras de integrar, enseñar y mantener vivos los saberes ancestrales.

Con la conquista el teatro precolombino, como todas las manifestaciones artísticas y culturales colapsaron para, al paso de los años, volver a resignificarse pues se tomaron elementos del teatro prehispánico pero para los fines de la evangelización. Muchas obras españolas fueron traducidas principalmente al náhuatl pero el discurso se modificó radicalmente por la férrea intención de cambiar la cosmovisión indígena. Las representaciones teatrales se ejecutaban en la conjunción de las artes escénicas que los indígenas dominaban (canto, poesía, danza y plástica) pero siempre al servicio del discurso religioso español. A causa de este proceso de apropiación, que significó incluir rasgos culturales de los pueblos originarios dentro de las representaciones cristianas, se construyó un teatro cristiano, pero de manufactura mayormente indígena.

Los primeros registros de obras teatrales novohispanas datan de 1531.  Hay noticias más abundantes hacia 1533 con representaciones en Tlatelolco. El auto de El juicio final, de fray Andrés de Olmos,  es considerada la primera obra teatral escrita en América de corte europeo y trataba temas apocalípticos. Como esta, otras obras poseyeron un discurso específico, por ejemplo, vidas de santos o aludían a textos bíblicos, es decir, seguían el discurso de la historia de la salvación y no el discurso histórico tradicional sobre eventos y hechos de la historia de los reinos españoles. Su intención era didáctica-religiosa: que los indígenas conocieran el discurso histórico del catolicismo y se convirtieran a él.

Hoy el teatro educativo, presencial e incluso virtual, sigue teniendo un valor enorme, ya no como adoctrinador, por supuesto, pero sí por su función formativa. Hemos de ponderarlo como un legado de siglos que trasciende las épocas críticas como las de ayer y las de nuestro hoy. Durante la pandemia del Covid 19, ante el cierre de espacios culturales, ha podido reflexionarse sobre la función social que el teatro ha cumplido. El teatro es mucho más allá que divertimento. El teatro permite encontrarse con el otro y la otra -y en la otredad- encontrarnos con uno mismo. De ahí su profundo valor formativo. Aprendizaje que dio el teatro durante siglos -que somos uno como humanidad, que todos y todas sentipensamos, que nos unen dolores y goces, es una de las lecciones que nos ha dado la pandemia. Por eso, el teatro ha sido y es, simplemente, vital.

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