por Emiliano Canto Mayén
Ordenar ideas es difícil, sobre todo cuando, por la necesidad de obtener material suficiente, se suele recopilar mucho más de lo que se necesita. En otras palabras, al revisar -más que leer- ochenta libros para descubrir -al final- que basta con la información de veinte, uno puede aspirar a demostrarle a sus lectores o sinodales que leyó absolutamente todo, hasta lo innecesario y que ningún cabo ha quedado suelto, pues todos los expedientes fueron abiertos.
En principio, el proceder arrollador y erudito se excusa y exige al comienzo de toda carrera como investigador. A la manera de una iniciación sádica, cruel y traumática, el estudiante debe confeccionar una obra que cumpla con todos los conocimientos de la profesión. Más que su contenido o descubrimientos, este primer trabajo debe probar al jurado (y convencerlo) de que el aprendiz conoce las reglas del juego, aplica los preceptos del arte y sigue los pasos de la ciencia.
Los tiempos corren y las academias se especializan. El calvario debe repetirse tres veces, como las cruces en el monte Calvario, para que el o la joven dejen de serlo, alcance a domeñar sus pasiones y pierda toda esperanza en el género humano; es decir, debe defender tres tesis para obtener el grado de doctor.
Si las tesis son, en el lenguaje medieval de los gremios, una obra maestra, un trabajo académico que, de ser aprobado por los conocedores, confiere un título profesional, debemos convenir o aceptar que el resto de los escritos de un investigador difieren en objeto, forma y método de sus tesis de grado. Cierto, todos los escritos desembocan de una inquisición o búsqueda documental previa, pero nadie en su sano juicio sostendrá que es lo mismo un calzón a un short y un short a un pantalón, aunque cubran las mismas partes del cuerpo.
Un artículo, un capítulo y una tesis, ya lo mencionó Belcher, son como trajes a la media que hay que saber confeccionar y utilizar en correspondencia con la ocasión. Se trata de exposiciones escritas o artilugios textuales que quieren exponer argumentos convincentes, basados en información plenamente verificable.
Todo este circunloquio tiene, forzosamente, que llegar por fin al punto inicial. Si redactar una tesis es una operación similar pero distinta a crear un artículo de la nada (o más bien del caos) la cantidad de libros consultado o el total de referencias al pie ¿son las mismas o difieren entre sí? ¿cuál requiere una lectura más profunda? ¿qué texto necesita de una búsqueda más extensa? Estas cuestiones solo las resuelve la práctica y el ejercicio constante porque las mentes humanas, como los cuerpos, son distintas y cada una halla el ritmo al cual se mejor se acomoda.
Muy interesante
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