por Susana Sosenski
Sobre María Laura Osta, La infancia del torno, orfandad, adopciones y algunas prácticas olvidadas en el Montevideo del siglo XIX, BMR, Montevideo, 2020.
Este libro es una investigación puntillosa, inteligente y original que da cuenta de las prácticas relacionadas con la infancia en el Asilo de Expósitos y Huérfanos de Montevideo inaugurado en 1873. A través del estudio de la caridad, el abandono, la infancia huérfana, las adopciones y las miradas médicas, pedagógicas y jurídicas, María Laura Osta construye una historia detallada del uso del torno -aquella máquina circular dividida en compartimentos que se ubicaba en un hueco o ventana de la pared para introducir “objetos” o bebés sin necesidad de evidenciar quién lo hacía- utilizado en conventos, casas de monjas y casas de expósitos en el siglo XIX y parte del siglo XX.
El torno aparece en este libro más que como un dispositivo para el abandono de niños, como uno para su “depósito”, es decir, para el acogimiento de niños en situación de necesidad, generalmente menores de un año y medio, a quienes se ponía en resguardo o custodia, convirtiéndose en una alternativa importante para la atención y cuidado de las infancias, especialmente de las clases populares. Osta muestra cómo el Asilo tempranamente excedió las funciones para las que fue creado, dando albergue a un sinfín de niños en situación de necesidad.
El torno debe entenderse no sólo como un lugar de depósito que cosificaría a los niños, sino como un lugar de tránsito, de frontera; ya fuera entre lo público y privado o lo institucional y estatal; se entiende como tránsito hacia una situación no definitiva que daba la posibilidad de que los bebés fueran reclamados en un futuro. El torno es planteado en este libro como un lugar de vida en un momento de alta mortalidad infantil en Uruguay. A esto se agrega que el torno permitía sanar la culpa cristiana en torno al abandono, así como la posibilidad de expresar la caridad, porque el acto de encargarse de esos niños enaltecía a los católicos que los recibían.
Las páginas de este libro son ocupadas por un mundo complejo de hombres y mujeres que reciben a los bebés del torno. Los hombres tienen las profesiones médicas, pero en el cuidado predomina la acción femenina: nodrizas, monjas, parteras; mulatas, negras, indígenas; de sectores populares y medios, de orígenes sociales diversos. Ellas asisten a las madres parturientas, las encubren, las cuidadan, abrazan y nutren a esos huérfanos en un momento en el que el amamantar se vuelve condición de vida a falta de alimentos artificiales para bebés.
Algo especialmente conmovedor en esta investigación es el tema de las señales y el trabajo heurístico que Osta lleva a cabo con éstas. Las señales, aquellos objetos que sus familiares dejaban con el bebé, generalmente atados al pequeño cuerpo por cintas o cordones, son mitades identitarias que generan la ilusión de poder recuperar a los hijos en un futuro. Osta explica que el 90 por ciento de los niños dejados en el torno llevaban este tipo de señales sobre su cuerpo, lo que revela la intención temporal de ese “depósito”, aunque en realidad los recuperados nunca superaron el 30 por ciento. Y es que era costoso recobrar el bebé porque había que pagar todas las deudas que su cuidado había acumulado. El trabajo de análisis histórico de estas señales y huellas habla de la posibilidad de hacer historia de la infancia con fuentes poco convencionales que la imaginación de la investigadora convierte en documentos de gran riqueza. Estos objetos son convertidos por la autora en contenedores de emociones y afectos, de símbolos y significados. Todo esto hace que este sea un libro muy relevante para la historia de las infancias en el Uruguay, e invita a pensar en términos latinoamericanos las tecnologías del cuidado y la protección de la infancia, el abandono y las discusiones que éste generó.