Archivo Histórico del Arzobispado de México. Historia sobre su origen, restitución, importancia y cuidado
por Berenise Bravo Rubio
La restitución
En 1874 luego de varias pláticas entre autoridades del gobierno federal y eclesiásticas, comenzaron a llegar a la oficina del arzobispo de México algunos documentos que “solo eran útiles a la Iglesia” y que años atrás habían sido nacionalizados por el gobierno en cumplimiento de la ley de bienes nacionales de 1859. En efecto, por esta ley, el archivo del arzobispado había sido incautado y llevado a las oficinas de Hacienda. El gobierno federal comenzó la restitución de dicha documentación que sólo “importaba a la Iglesia” como libros de órdenes, nombramientos de curas, licencias de capillas, correspondencia de párrocos, causas de beatificación, padrones y libros de visita.
La única documentación que el gobierno acordó no entregar fue la que tenía relación con los bienes nacionalizados y desamortizados. Hasta 1876 se había transferido un cuarto de la documentación, pero no se sabe por qué se suspendió la entrega. Esta es la razón por la que actualmente los investigadores, en términos de complementariedad, deben consultar tanto el Archivo General de la Nación (donde fue trasladado el archivo de Hacienda y se clasificó en el ramo Bienes Nacionales, entre otros) como en el Archivo Histórico del Arzobispado de México (ubicado en Durango 90, primer piso). Entre los documentos regresados al arzobispado se encuentran los libros de visita, una maravillosa fuente documental que permite historiar múltiples temas como veremos a continuación.
Los libros de visita y su cuidado
El Tercer Concilio Provincial Mexicano sancionado en 1585 era el texto jurídico que regía a la Iglesia católica novohispana. Este texto estableció las cualidades y obligaciones de todos los ministros de lo sagrado entre ellos los obispos a quienes mandató que visitaran pastoralmente a las parroquias de su jurisdicción eclesiástica cada año o al menos cada dos años. En cumplimiento de esta orden todos los prelados de la Nueva España realizaron visitas acompañados de predicadores, mozos, traductores y notarios eclesiásticos. Estos últimos tomaban nota cada día de lo que el arzobispo veía, escuchaba y disponía. Las anotaciones realizadas en pliegos eran entregadas al regreso del arzobispo y su comitiva en el archivo de la sede episcopal donde los encargados las cosían y las encuadernaban en pergamino o en piel de becerro. Esta es la razón por la que a estos documentos se les conoce como libros de visita. Los libros de visita que existen actualmente en el Archivo del Arzobispado son 28, mientras que en el Archivo General de la Nación existen 23.

El más antiguo de los 28 libros data de 1683. Es un precioso libro encuadernado en pergamino que cuenta con el testimonio del camino que el prelado Francisco Aguiar y Seijas recorrió a pie, en caballo o en pequeñas balsas desde la ciudad de México hasta el Puerto de Tampico y por todo el valle de Toluca. Este libro, conformado por más de 1200 fojas, es un riquísimo testimonio documental que permite saber el estado que guardaban cientos de parroquias visitadas por el prelado a finales del siglo XVII en virtud de que los notarios debían registrar diligentemente el nombre de la parroquia que se visitaba, su advocación, la lengua en que se administraba dicho curato (mexicano, otomí, matlazinca, pame, huasteco, etc), la orden religiosa que se encontraba a cargo o , en su caso , el clérigo secular encargado de la cura de almas. Asimismo, los notarios registraban el estado material de la Iglesia (altares, bautisterio, capillas, campanarios, ornamentos, óleos, etc.), el número de cofradías y su calidad (es decir si eran de españoles, de naturales, de negros esclavos) así como los bienes con los cuales sostenían el culto (huertas, magueyes, ganado, viñedos, casas arrendadas, etc.). El notario también anotaba el padrón de la feligresía. Este último incluía todos los habitantes de la parroquia, excepto los niños menores de 7 años. En el padrón se colocaba el número de fieles, su género y calidad tanto de los que vivían en la cabecera como los que habitaban los barrios, ranchos y en algunos casos, si existían, los trapiches o ingenios.

Los notarios también daban cuenta del estado de las iglesias o capillas que visitaba el prelado y que se encontraban dentro de la jurisdicción parroquial que se estaba visitando. Al final de cada visita los notarios escribían el auto de visita, es decir, las observaciones emitidas por el arzobispo sobre los aciertos de la administración del curato o las faltas en las que incurrían tanto los párrocos como sus fieles, por ejemplo, no saber adecuadamente la doctrina, no cumplir con los sacramentos, no dar misa adecuadamente, bañarse hombres y mujeres en los temazcales, tomar bebidas embriagantes, etc. Al incluirse todos estos datos por cada parroquia los investigadores pueden tener un panorama general sobre el estado de las iglesias a nivel local, sus problemas recurrentes, su economía, sus prácticas devocionales y su perfil demográfico. Pero no solo de las iglesias locales. Dado que cada uno de estos datos son registrados sistemáticamente por cada parroquia en las distintas visitas pastorales hechas por los prelados, los historiadores pueden tener panoramas amplios y hacer comparaciones entre distintas regiones, por ejemplo, pueden comparar los curatos de la región Sur cuyo límite era el puerto de Acapulco, caracterizado por una pequeña población con poca producción agropecuaria y agrestes caminos, con las ricas parroquias de la zona de Querétaro. También pueden analizar el crecimiento o decrecimiento de las poblaciones, el cambio en la calidad de población, por ejemplo, de ser curatos predominantemente de indios a transformase en pueblos mestizos o documentar cómo las lenguas fueron desaparecieron
En suma, los libros de visita proporcionan una rica información útil para historiadores de diversas disciplinas En virtud de ello, y de ser un bien cultural en tanto que es único e irrepetible, estos libros han sido objeto de especial cuidado en el Archivo del Arzobispado. Todos ellos han sido estabilizados, el más antiguo intervenido para su restauración y todos actualmente han sido digitalizados para su preservación, consulta y sociabilización.
¡Muy interesante! Para los que estudiamos la cultura de México en general sin ser historiadores este tipo de información nos da mucha luz sobre el estado de cosas en otros tiempos. Gracias.
Me gustaMe gusta
Podría ser tambien de particular interés para la historia del arte al incluir informacion sobre los objetos liturgicos que se encontraban en las iglesias como parte de las prácticas religiosas de las ordenes religiosas.
Me gustaMe gusta
Me gustaría saber sobre los corregidores del Perú. Mi interés es porque hace unos pocos años me enteré, por un familiar, que uno de nuestros antepasados, Fernando Wenceslao Ferreyra, (o Ferreira) Escalante, fué Corregidor en la ciudad de Lima, actual capital de Perú. Estaba buscando mis antepasados por una pregunta escolar a una sobrina nieta. Si pueden orientarme dónde buscar les agradecería enormemente. Mi nombre es Haydée Ferreyra y vivo en la ciudad de Córdoba, República Argentina.
Me gustaMe gusta
Gracias por su comentario, lo turnaremos a la autora.
Me gustaMe gusta