La participación de las mexicanas en la Exposición Mundial Colombiana de Chicago (1893)
por Miguel Angel Castro Estrada
Las exposiciones internacionales del siglo xix fueron espacios privilegiados por los Estados-naciones para promocionarse, fomentar el intercambio comercial y discutir los últimos adelantos en ciencia y tecnología. Pero la Feria Colombina de Chicago de 1893 fue la primera en dar cabida a la participación de las mujeres, no sólo como exponentes sino también como organizadoras. Y es que desde noviembre de 1890 se fundó una sociedad intitulada Lady Managers, conformada por 115 mujeres de toda la Unión Americana que buscaban rendir homenaje a la mujer en la exposición.
El entusiasmo de las estadounidenses animó a doña Carmen Romero Rubio de Díaz a constituir, el 9 de agosto de 1892, la Junta de Señoras de México correspondiente a la de Chicago. Quedando como presidenta de la asociación la misma Carmelita; como tesorera, Laura S. de Mariscal, esposa de Ignacio Mariscal, entonces secretario de Relaciones Exteriores; y como secretaria general, Luz A. de González Cosío, esposa del entonces secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, Manuel González Cosío. Esta Junta formó cinco comisiones encargadas de reunir y seleccionar muestras representativas de las habilidades que las mexicanas poseían en pintura, bordados, música, cerámica y literatura.
Una gran cantidad de materiales se obtuvieron de la Escuela Normal de Profesoras, el Instituto de Artes y Oficios de Toluca, el Hospicio de Guadalajara y la Casa Amiga de la Obrera. Y para enriquecer el acervo de literatura, José María Vigil, por encargo de doña Carmen Romero, se dio a la tarea de conformar una antología de Poetisas mexicanas. Siglos xvi, xvii, xviii, y xix. En mayo de 1893 este compendio se registró en la Biblioteca reservada a las mujeres en la Exposición, junto con ocho libros mexicanos más, de los cuales sólo conocemos los títulos de cuatro: Flores silvestres (1871), Los cánticos de los niños (1881), La lira poblana y La lira zacatecana (1893). Estos nueve libros constituyeron el mayor contingente latinoamericano de autoría femenina en la Feria, pues ningún otro país de América Latina envió obra alguna, a excepción de Perú, que registró en la Biblioteca de la Mujer un sólo título.
Lo que más enviaron las repúblicas hispanoamericanas de sus mujeres fueron manufacturas, confecciones textiles y bordados. Rubros en los que, de acuerdo con varios periodistas en Chicago, las piezas mexicanas también resaltaron, “excediendo en belleza y perfección” a las presentadas por otros países. Características mismas que despertaron el interés de comerciantes y almacenes de lujo que solicitaron precios y direcciones para adquirir las manufacturas mexicanas y ofrecerlas a su exclusiva clientela. En cuanto a las poetisas, tres de las que recuperó Vigil causaron gran sensación: Mercedes Carrasco con su poema “A Toluca”; Consuelo Fenochio con sus versos sobre “El progreso”; y María Santaella, con su oda “A Colón”.
Así, pues, gracias a los materiales llevados a Chicago se pudo mostrar al mundo que el conocimiento y nivel de progreso alcanzado por las mexicanas hacia 1893 podía ser equiparable al de las estadounidenses y las europeas de la época. En realidad, la educación femenina en México se mantuvo todavía por mucho tiempo orientada más hacia la moral y las labores del hogar que al conocimiento científico y la producción artística, sin embargo, la Feria Colombina y sus Lady Managers dieron la pauta para entender las revelaciones de la mente femenina como síntoma de modernización entre las naciones. Y gracias a ello la Junta de señoras porfirianas, alentadas por doña Carmen Romero, les reconoció un lugar en el devenir de la historia nacional a las mujeres mexicanas, colocando sus creaciones literarias, obras de arte y manufacturas al lado otras dignas manifestaciones del progreso y la modernidad.