por Amanda Úrsula Torres Freyermuth
El conocido movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 creó, en el imaginario nacional e internacional, la percepción de que la población indígena de Chiapas era rebelde. Esto ha sido alimentado, también, por la conocida Guerra de Castas (1867-1869) y por la sublevación indígena de 1712. Ante estos hechos, surge la duda de por qué esta población no se levantó durante los años de insurgencia en el reino vecino. Este texto tiene como objeto explicar por qué, a pesar de la intrusión de los insurgentes en Chiapas, no fue así.
La lucha armada que inició en Nueva España en 1810, comandada por Miguel Hidalgo, alarmó desde su inicio a las autoridades de la Capitanía General de Guatemala, pero sobre todo a la población de la provincia de Chiapas que se encontraba en la frontera con el virreinato.
Las hazañas insurgentes eran bien conocidas, por ello el capitán general de Guatemala, José de Bustamante, tomó cartas en el asunto al sentir pasos de los rebeldes en el territorio a su cargo. En diciembre de 1811 ordenó la formación de milicias urbanas con la finalidad de mantener la paz y la tranquilidad.
Casi un año después, el 25 de noviembre de 1812, las tropas bajo el mando de José María Morelos tomaron la provincia de Oaxaca. Esto causó gran alarma en Chiapas, pues desde tiempos precedentes gran cantidad de personas habían emigrado al territorio buscando protección de las autoridades.
Ante esta situación, Bustamante comisionó a Fernando Dambrine para resguardar el territorio con Nueva España, con la orden expresa de no cruzar la frontera. A pesar de ello, Dambrine penetró en el reino vecino y tomó por sorpresa el campamento de Tapana, en donde pasó por las armas a varios insurgentes.
Los realistas guatemaltecos siguieron avanzando en territorio oaxaqueño: en marzo de 1813 se acuartelaron en Juchitán y en Nisalindani y, un mes después, tomaron la Villa de Tehuantepec.
Mariano Matamoros, quien se encontraba en Yanhuitlán, tuvo noticia de los ataques de la tropa guatemalteca y organizó un grupo de 1500 efectivos para dirigirse a Tehuantepec. El avance de este fue conocido por Dambrine, quien decidió levantar su campamento y regresar a territorio chiapaneco el 13 de abril.
Ante este suceso, Matamoros se vio obligado a acelerar su marcha y avanzó en un inicio con tan sólo 300 hombres de caballería, algunos infantes y tres cañones. Con pocos hombres, inició el ataque a las tropas realistas en la “raya” de Tonalá, el día 17; a este grupo se fueron incorporando los efectivos que venían detrás de él. Dambrine, por su parte, decidió resistir el ataque en una montaña, nombrada Piedras Negras.
La batalla inició a las tres de la tarde y finalizó al caer la noche, cuando las tropas realistas abandonaron la batalla, perdiendo prácticamente todo su armamento. La zona quedó desolada pues los realistas huyeron asustando a la población que encontraron a su paso, advirtiendo las atrocidades que la insurgencia haría sobre su propiedad y su persona.
Con este triunfo, Matamoros tomó la villa de Tonalá, desde donde envió cartas a todos los cabildos indígenas, invitándolos a unirse al movimiento insurgente, aseverando que podrían vencer a las autoridades españolas de la región. También escribió al obispo de Chiapas, Ambrosio Llano, anunciando la derrota de las tropas guatemaltecas y llamando a la rendición de las autoridades, pues sabía que no tendría problema para tomar Ciudad Real, la capital.
Dambrine y sus soldados se refugiaron al norte de Tapachula, donde convocó a nuevos hombres para hacer frente a los enemigos. En esta ciudad se llevó a cabo una reunión, en la que participaron los curas de la región, quienes acordaron no abandonar sus pueblos hasta que el ingreso de la insurgencia fuera inminente, y si esto sucedía tenían la obligación de desalojar a los habitantes con víveres. Así evitarían que la población fuese seducida por el enemigo.
Dos semanas después de tomada la villa de Tonalá, el 5 de mayo, los insurgentes atacaron a las tropas del Rey. En esta batalla los guatemaltecos fueron derrotados nuevamente, cuando las compañías de Ciudad Real y Tuxtla desampararon el campo de batalla a causa del miedo.
Ante la gravosa situación, el obispo decidió abandonar la capital y refugiarse en el pueblo de Tila, muy cerca de la frontera con Tabasco. Lo que despertó un clima de miedo e incertidumbre en la ciudad. A pesar de ello, las autoridades de la provincia decidieron no entregar la plaza a Matamoros, a pesar de sus amenazas, y permanecer fiel a la Corona.
Ante la inexistente respuesta de los pueblos originarios, a pesar de las dos derrotas de la milicia local, Matamoros decidió abandonar el territorio el 8 de mayo.
A pesar de contar con las mismas características que el territorio Oaxaqueño, ¿por qué el movimiento insurgente en Chiapas no tuvo mayor fuerza? La respuesta está definida por varios aspectos: 1) en la provincia había poca población de origen español, lo que implicó pocas divisiones y desencuentros entre criollos y peninsulares; 2) la estrategia de los curas de la zona, quienes aseguraron la la lealtad de los feligreses; y 3) el fracaso de la rebelión indígena que tuvo lugar en 1712 y la eficacia con que suprimida.
Muy interesante. No sabía nada del tema y ni siquiera me lo había planteado. Gracias por el artículo. Aprendí mucho.
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