Sobre Fausta Gantús, Florencia Gutiérrez y Alicia Salmerón, La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2020
por Matilde Souto Mantecón
A partir de un caso ocurrido en la ciudad de México, la toma de las calles en 1892 por parte de estudiantes, artesanos y obreros, con ocasión de las elecciones por las que Porfirio Díaz se postuló para ocupar por tercera vez y de manera consecutiva la presidencia de la República, las autoras de este libro hacen una magnífica disección de este movimiento social de enorme relevancia por varios motivos. Se trató nada menos que del primero realizado públicamente por jóvenes en la historia de México que de manera cuidadosamente organizada y en combinación con el periodismo crítico salió a las calles para hacer política de oposición. Claramente diferente a las asonadas y levantamiento anteriores, el movimiento social de 1892 fue indiscutiblemente de oposición, pero no quebró la continuidad del régimen, si bien expuso sus fracturas. El análisis que realizan Gantús, Gutiérrez y Salmerón nos permite entender históricamente el comportamiento político electoral y sobre todo ver cómo se construyó la ciudadanía en nuestro país, pues expone algunas de las cuestiones esenciales que se pusieron en tela de juicio en aquel entonces: ¿quiénes tenían derecho a votar? ¿a qué edad se consideraba que se adquiría conciencia y agencia políticas? y aún otras por cierto todavía vigentes hoy como la capacidad política del pueblo cuando se pregunta ¿qué pueblo? ¿quiénes constituían el pueblo? ¿todos eran el pueblo? ¿lo eran entonces los indios, los pobres y los analfabetas?

Junto con la dilucidación sobre las implicaciones que podía tener la participación de los jóvenes en la política nacional y cómo ésta se tradujo en un enfrentamiento entre generaciones cuando se reclamó a los mayores, a los viejos, que abrieran paso a la juventud, las autoras exponen lo que significaba la reelección y, sobre todo, que ésta se realizara de manera continua e ilimitada: la persistencia de un régimen personalista, envejecido y que impedía el recambio. Pero lo que resulta más interesante del análisis que las autoras hacen de las luchas políticas que estuvieron en juego durante las disputas electorales de 1892, es que demuestran que los partidarios políticos de Porfirio Díaz estaban lejos de ser un bloque homogéneo y unido, sino que estaban repartidos en muchos grupos, círculos, comités y clubes que competían y luchaban entre sí con ferocidad. Entre ellos se debatía la política más cruda en ese momento, no en contra del régimen sino dentro del régimen.
Son particularmente interesantes las estrategias analíticas que utilizaron Gantús, Gutiérrez y Salmerón. Destaca el estudio de la cultura política a través del peso de algunos símbolos, como una fecha: el 2 de abril, elegida por los manifestantes por conmemorarse la batalla que puso fin al gobierno de Maximiliano; la elección de ciertos lugares como sitios emblemáticos para trazar los recorridos de las marchas que dibujaron dos geografías políticas, una antirreeleccionistas y otra reeleccionista, en las que destacó la importancia de llegar al campanario de la catedral para tañer el bronce, un acto político tradicional desde la época virreinal, y desde luego la culminación de la protesta cuando los opositores a la reelección lanzaron pambazos y tortillas a los paniaguados del régimen. Símbolos todos que las autoras desentrañaron gracias al manejo magistral que tienen sobre una fuente: la prensa, cuyos textos y caricaturas estudiaron con gran minuciosidad, pero que sobre todo interpretaron como lo que es, un actor político más y con una enorme fuerza para impulsar acciones, como han demostrado en varias de sus publicaciones. A la prensa, Gantús, Gutiérrez y Salmerón sumaron desde luego otras fuentes, como los reportes policiacos gracias a los cuales accedieron a los informes de los espías infiltrados en las reuniones de los clubes de los estudiantes, artesanos y obreros en los que organizaron su movimiento social. En suma, se trata de un libro que analiza un caso de movilización social en la ciudad de México, pero que colocado en una dimensión mucho más amplia resulta un ejemplo de análisis de la cultura política electoral aplicable a otros sitios y épocas, un libro además breve y espléndidamente bien escrito, en el que el rigor no está reñido con una lectura ágil y amena.