por Alicia Salmerón
Cientos de docentes de normales y universidades públicas en México vienen organizándose desde hace años en una cruzada por mejorar la enseñanza de la historia en el país. Han formados redes académicas –como la RENALHICA, en 2003, y la REDDIEH, en 2010–, se han reunido en numerosos encuentros para intercambiar experiencias y discutir propuestas metodológicas, planes de estudio, estrategias didácticas, diseño de materiales y uso de tecnologías de la información y la comunicación para la enseñanza de la historia. Asimismo, han impulsado múltiples publicaciones en torno a estas mismas preocupaciones. Su actividad ha sido intensa y, en el contexto de la emergencia sanitaria que vivimos estos dos últimos años a causa del Covid-19 y los retos que significó para la educación, se incrementó todavía más.
Bajo este impulso apareció hace unos meses El toque en el aula. Experiencias y propuesta de docentes para la enseñanza de la historia, libro colectivo coordinada por Hugo Torres Salazar (Astra, 2021). Algunos de sus capítulos se refieren a la enseñanza de la historia a nivel licenciatura; otros abordan temas de su enseñanza a nivel de la educación básica y de formación ciudadana, y discuten el lugar del historiador-docente y de la disciplina misma en la sociedad. De los referidos a la formación de profesionistas de la historia hay uno que toca a propuestas teóricas sobre la enseñanza que me gustaría destacar.
El capítulo de María del Rocío Rodríguez Román, titulado “La enseñanza de la Historia a partir de los estilos de aprendizaje”, discute una propuesta muy sugerente acerca de cómo enseñar desde la consideración de distintos tipos de aprendizaje. Retoma el ejemplo de un curso impartido por ella sobre historia de la “Conquista y la formación de la sociedad novohispana”, dirigido a estudiantes de la Licenciatura en Enseñanza y Aprendizaje de la Historia, en la Normal Superior Sáenz Garza, en Monterrey, NL. Su propuesta sigue de cerca a pedagogos y neurocientíficos como Niel Fleming –y su modelo VARK–, quienes sostienen que existen distintos estilos de aprendizaje vinculados a nuestros sentidos, que la enseñanza puede ser muy superior si se consideran estos estilos y se atiende a los alumnos de una manera individualizada en función de la sensibilidad y motivaciones de cada uno.
Rocío Rodríguez invita a diseñar ejercicios de planeación de la enseñanza que consideren esos diferentes tipos, estilos o maneras de aprender. Los tipos que ella presenta, y que sirven de fundamento para el diseño de actividades docentes, son el visual, el auditivo, el lecto-escritor y el kinestésico (este último referido a una manera de apropiación de conocimientos sobre la base de actividades prácticas que den espacio a la expresión corporal). El que uno u otro de estos tipos de aprendizaje sea más adecuado para determinado alumno, al margen de su inteligencia y capacidades, depende de la sensibilidad de cada cual para responder a determinados estímulos y de sus propias motivaciones, así como a su entorno familiar y social.
La autora aterriza esta propuesta en su curso de historia novohispana a partir de una oferta variada de actividades didácticas según tipo de aprendizaje. A estudiantes con afinidad con lo visual, los acerca a la historia a través de las artes plásticas; para quienes responden mejor a estímulos auditivos, los invita a escuchar podcasts y conferencias. A alumnos con facultades especiales de lecto-escritora les orienta a elaborar cuadros comparativos a partir de testimonios de época y obras historiográficas. Finalmente, alumnas y alumnos con inclinaciones kinestésicas son alentados a hacer labor de investigación acerca personajes y momentos de la historia y, con los resultados encontrados, a escribir guiones y montar escenificaciones.
Más allá de la discusión que existe entre neurocientíficos acerca de las tipologías del aprendizaje, lo cierto es que la propuesta es muy atractiva: la consideración de sensibilidades y motivaciones individuales para organizar las tareas de enseñanza-aprendizaje parece halagüeño. De hecho, la evaluación del curso de Rocío Rodríguez, llevada a cabo con la participación de sus propios estudiantes, arrojó resultados positivos en el ánimo del grupo y en el aprendizaje mismo.
Este capítulo, como todos los que integran El Toque en el aula, son obra de profesoras y profesores generosos con otros docentes, con quienes comparten sus experiencias; de colegas obligados con la formación de jóvenes generaciones con sensibilidad histórica. En ese sentido, el libro forma parte de esa cruzada por la enseñanza de la historia en México y por dar a la Historia, con mayúscula, su lugar en la sociedad actual.
Muy interesante. Yo no tenía idea de esta cruzada. Me reconforta saber que existe.
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Excelente, me ha dado varias ideas.
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En verdad es muy importante e interesante lo que han hecho y hacen estas dos redes por la enseñanza de la historia, pero el comentario de Alicia Salmerón, le da una proyección y una aportación al tema. Es de destacar la llamada actividad que denomina Cruzada por la Enseñanza de la historia, donde refleja el compromiso y posibilidades para docencia, divulgación e investigación en enseñanza de la historia que tienen los autores del libro y la autora del artículo.
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