Lima, Ediciones Altazor, 2018
por Florencia Gutiérrez
Musha es la segunda novela de Gabriela Bosso. La primera edición de esta obra tuvo lugar en 2018 por el sello editorial peruano Altazor; la segunda fue en Argentina, en 2021, y estuvo a cargo de Puerta Roja. En 2021 fue traducida al italiano y publicada por Genesi editrice. El recorrido de la obra no es casual, Musha es una novela sensible que tiene la virtud de reconciliar lo que, a primera vista, parece antitético: el horror con la inocencia; la atrocidad con la infancia; lo siniestro con la solidaridad.
La autora nos sumerge en un relato que, guiado por la experiencia de una niña que podemos suponer tiene unos 5 ó 6 años de edad, se sitúa en la Argentina de los años setenta, específicamente, durante la última dictadura militar. La conjunción de los opuestos –que el texto tensiona constantemente– se convierte en la condición de posibilidad para recuperar la violencia política de la época pero también su poderoso revés. Es decir, las experiencias que desafiaron el horror apelando a la solidaridad, la reciprocidad y la empatía.
Sin duda, un poderoso acierto de la novela es la presencia y la voz que privilegia Gabriela Bosso en su narrativa, una infanta quien, conmovida por la llega del circo a su ciudad, se trepa al pilar de su casa porque “decidió que desde ahí arriba la vida se veía mejor”. La mirada ingenua pero atenta de la protagonista que da nombre a la novela, lúdica pero perceptiva, le permite construir un relato conmovedor y transparente. Una narración que encarna en la experiencia de quienes no optaron por la radicalización política, que no eligieron la violencia revolucionaria y que, en muchos casos, tampoco tenían claras adscripciones partidarias, pero cuya cotidianeidad fue trastocada por el horror.
Desde un campo que podríamos llamar “literatura de lo real”, donde la historia y la ficción se cruzan y retroalimentan, Musha confronta al lector con el pasado reciente de Argentina. El texto vuelve sobre un problema nodal de esos años: la naturalización de la violencia y los criterios de normalidad con que fue percibida por muchos actores sociales. Pero también desanda los puntos de inflexión donde el cuestionamiento se hizo presente, donde los horrores de la violencia estatal se desnudaron y hubo que elegir; cuando el miedo –como dimensión política del poder de turno– hizo estragos pero, muy a su pesar, no pudo vencer voluntades ni aniquilar los resquicios de bonhomía. De esta forma, la obra anida en la complejidad política de la dictadura argentina para bucear en las profundidades de la condición humana, en sus claroscuros, en su contradictoria amalgama.
Los vínculos entre la historia y la literatura se fortalecen en Musha, una novela cargada de historia para comprender la realidad, un puente para aprehender el mundo. Como lo señala el historiador francés Iván Jablonka: “la historia es más literaria de lo que pretende y la literatura, más historiadora de lo que cree”. Ambas, a pesar de sus diferencias, intentan comprender el mundo.
Quienes se acerquen a Musha serán atrapados por la sutil forma en que su autora entreteje los hilos de múltiples historias de vida para devolvernos un relato donde el azar, la inocencia, lo siniestro y lo esperanzador están enlazados por formas insospechadas y estas líneas pretenden ser una invitación a su lectura.