Segunda parte
por Gerardo Martínez Delgado y Francisco Javier Delgado Aguilar
Uno de los rasgos más notables del libro es que no se trata solo de un estudio de caso aislado o abocado a un sector de la economía, sino de uno que ha sido aquilatado y que sigue siendo valioso en la historiografía mexicana para el estudio de la minería y los ferrocarriles en el Porfiriato, pero también de la economía, la inversión extranjera, los procesos de industrialización, el trabajo y la explotación de los recursos naturales, antes y ahora.
Llama la atención la perspectiva de los autores, en clave de materialismo histórico, que era la que dominaba por entonces en las facultades de economía y sociología. Con ella estudiaron dos tramas íntimamente relacionadas: de una parte, Aguascalientes, la ciudad, el estado, la minería y los trabajadores, de otra los Guggenheim, la explotación minera en México, la inversión extranjera y sus redes extendidas a largas distancias. Teniendo como punto de partida su ámbito inmediato, su ciudad de origen, en Aguascalientes: imperio de los Guggenheim se plantea un tema sociológico –el del trabajo–, apoyado en la teoría marxista, y un problema –el del capital y la explotación minera–, armando un camino de exploración histórica que echó mano de un aprendizaje más bien empírico pero no poco sólido del oficio.
La visión crítica y militante de los autores (del pasado que estudiaron y del presente que vivieron como jóvenes historiadores) se hace explícita en el libro, pero también en uno de los carteles que anunciaba la obra: “esta es la historia de un paciente y enorme saqueo, la historia de un grupo de capitalistas norteamericanos, que nos prometieron trabajo y riqueza, que se llevaron nuestros metales, nuestros esfuerzos, y que cuando se fueron, dejaron en prenda alguno que otro viejo y ruinoso y edificio. Una historia acallada, reducida al silencio, que urge recuperar para nuestro presente”. Se trata en realidad de otro aspecto relevante que puede constatarse: que la investigación histórica parte de los problemas que los historiadores viven como actores o espectadores de su tiempo. Los temas tratados, los resultados y las interpretaciones estaban profundamente vinculados a la generación de los autores, pero tienen una asombrosa actualidad y se refieren sobre todo a la inversión extranjera y las maneras de explotación de los hombres y los recursos naturales.
Hoy se cuentan muchos libros y muchas tesis de historia, un grupo amplio y vigoroso de egresados de las licenciaturas en ciencias sociales que ha andado su propio camino, y una ciudad que no podría entenderse sin la participación de miles de profesionistas. Asistimos a una coyuntura en que se hace evidente el relevo generacional, y quizá por ello es más relevante hacer notar que este libro, en su individualidad, debe ubicarse en la bisagra que separa un mundo académico y profesional radicalmente distinto al actual. No es que temporalmente 1980 esté muy lejos de nosotros, pero el mundo de entonces es radicalmente distinto al de ahora en muchos aspectos. En lo particular, la ciudad que entonces apenas rozaba los 300,000 habitantes tiene hoy más de 1 millón y requiere también nuevas interpretaciones históricas críticas con el pasado y comprometidas con el presente, como la que presentó hace 40 años El Imperio de los Guggenheim.