por Valentina Tovar Mota

Las distintas batallas que libró el ejército mexicano en el noreste, en respuesta a la invasión de los estadounidenses entre 1846 y 1847, significaron para la construcción del relato nacional momentos de debacle en donde poco o nada fue digno de rememorar. Sin embargo, hubo una relectura de aquellos acontecimientos traumáticos por parte del gobierno nacional en la conmemoración del centenario en septiembre de 1947. La guerra entre México y los Estados Unidos, además de convertirse en una derrota material y moral, significaba para el presente: la voluntad de recordar la heroicidad de los combatientes, trasladar al altar de la patria a los héroes con gloria y sin reproches. Con esta misma voluntad expresada por el gobierno federal para conmemorar el centenario, el gobierno local de Saltillo, rindió homenaje a la batalla librada por los niños héroes en defensa del Castillo de Chapultepec y organizó una ceremonia que contemplaba recordar la batalla in situ ubicada en la Angostura, a diez kilómetros de la ciudad, (Saltillo, la capital de Coahuila) en donde el ejército del Norte comandado por Santa Anna, enfrentó por dos días, 22 y 23 de febrero, a las fuerzas militares de Zachary Taylor.

Paraje, La Angostura, Saltillo, el día 18 de marzo de 2023. Foto: Quetzalli Alitzel Olvera Rodríguez
El relato regional de esa lucha contuvo un sinfín de elementos del martirologio sufrido por los combatientes mexicanos: los soldados caminaron entre el desierto agreste desde San Luis Potosí hasta llegar a un paraje cercano a Saltillo, sin poder conseguir agua ni víveres. Bajo esas penosas condiciones se enfrentaron a un ejército invasor bien provisto, el de Taylor. Los dos días que duró la batalla, las tropas mexicanas tuvieron bajas considerables, 594 hombres al menos, y del lado norteamericano, perdieron la vida, 267 personas. Al término de esa lucha ensangrentada, Santa Anna decidió retirar sus tropas. Con este último episodio de la derrota, el ejército mexicano marchó sin victoria, pero al hacerlo evitó el avance de los norteamericanos. Sin embargo, lo que sucedió en el espacio regional en términos del cultivo de la memoria oficial sobre la batalla de La Angostura en el siglo XIX y parte del XX terminó en una suerte de desmemoria.
Sobre esto último, el intelectual coahuilense Vito Alessio Robles, en 1931 se preguntaba ¿por qué la batalla de La Angostura no había merecido un monumento? Ni tampoco una nomenclatura de los soldados caídos en la ciudad norteña en 1847. Ya ni hablar de las ceremonias oficiales para el abono de la memoria pública en la población de Saltillo. Por ello, para el Ayuntamiento del gobierno de Saltillo fue importante asignarle un lugar simbólico a la conmemoración del centenario, el cual permitiera rendir homenaje a los caídos en la batalla, levantando un monumento en el paraje semidesértico de La Angostura, (ver fotografía) en el corazón mismo donde ocurrieron los desafortunados enfrentamientos. Sin embargo, la celebración y erección del monumento en los “Festejos del centenario de la Batalla de la Angostura”, en 1947, continuaban alejados de la ciudad de Saltillo y esa distancia geográfica se convertiría en un abandono simbólico, pues el ritual patriótico nunca fue trasladado a sus plazas y calles centrales. Hay pocos indicios de que el Ayuntamiento de Saltillo, y los pobladores del ejido cercano al paraje de La Angostura dieran continuidad a la ceremonia de la batalla en los años subsecuentes. Si atendemos al relato de los ejidatarios, que recupera Carlos Recio Dávila, en su trabajo “Memoria y Arte sobre la batalla de La Angostura” (Translumínico, 2020), ellos cuentan que después de casi medio siglo de aquella conmemoración se construyó cerca de ese monumento un obelisco con el distintivo de una placa de metal, mismo que fue vandalizado y que hoy en día luce completamente derrumbado.

Paraje, La Angostura, Saltillo, el día 18 de marzo de 2023. Foto: Quetzalli Alitzel Olvera Rodríguez
Así la batalla de la Angostura acabó constituyéndose en un no lugar de la memoria. Pero pese a que los gobiernos regionales y nacionales descuidaron el cultivo de los espacios asignados para su ritualización (estos continúan siendo de difícil acceso y poco cuidados), conviene destacar que, a partir del año 2000, esta situación ha comenzado a cambiar: por iniciativa de un conjunto de intelectuales, profesores, estudiantes y artistas, se ha retomado el interés por la conservación de la memoria. En este sentido, se ha impulsado la creación de un museo de sitio, así como la realización de ceremonias los días 22 y 23 de febrero de cada año. De esta manera, la batalla de La Angostura continúa en una disputa entre el olvido y la memoria, pero nos atrevemos a decir que esta última terminará por ganarle la guerra al olvido evocando de manera eficaz su recuerdo.