El lado material de la guerra México vs. Estados Unidos

por Ricardo Fernández Castillo

La guerra México-Estados Unidos forma parte de una memoria histórica presente en la consciencia colectiva de ambos países, aunque con grados distintos de evocación. Para el lado sur del río Bravo, la conflagración que tuvo lugar entre 1846 y 1848, puede invocar rivalidades culturales, pérdida de territorio y batallas emblemáticas. Un evento potenciado por la “injusticia” y expansionismo estadounidense, pero con desenlaces particularmente traumáticos para México, país que vio en riesgo la supervivencia de su independencia (Josefina Zoraida Vázquez, 1997). Las dificultades para la organización política e institucional en México suelen aludirse como factores cruciales para la derrota. Pero, ¿podemos agregar condicionantes económicas como causalidades clave en el cóctel que desembocó en la pérdida de Texas, Nuevo México y California?

Las características formativas de las trece colonias británicas de Norteamérica fueron distintas en comparación con la Nueva España. Mientras en las primeras prevalecieron la colonización por la diáspora del protestantismo y la iniciativa económica para la exploración de nuevas tierras, en la Nueva España, la evangelización y explotación minera jugaron papeles protagónicos. El acceso al concierto internacional luego de la independencia también fue disímil. Los Estados Unidos recibieron el reconocimiento de su anterior metrópoli a la independencia con los tratados de París de 1783, caso contrario a México que sufrió el desconocimiento diplomático de España, el Vaticano y la Santa Alianza, una coalición conformada por monarquías cristianas como Austria, Prusia y Rusia.

Fuente: “Map of the United States Including Western Territories”, Docs Teach, The Online tool for teaching with documents, The National Archives, United States of Americahttps://www.docsteach.org/documents/document/western-territories-map

            El acceso al mercado de créditos en Londres fue turbulento para México y si bien se consiguieron algunos préstamos, el dinero se acabó pronto y el país entró en moratoria. Muchas minas y haciendas sufrieron daños durante la guerra civil de independencia, lo que debe ser entendido como un fenómeno de arrastre negativo para otras actividades económicas. Existieron haciendas azucareras, algunas minas operativas en manos de compañías británicas (Real del Monte Mining Association y la Anglo-Mexican Mining Association) y obrajes textiles en las regiones que nos impiden hablar de una penuria económica generalizada, pero eran poco comparables con la vitalidad del vecino del norte. Los Estados Unidos emprendieron una vertiginosa expansión económica y demográfica, factores aunados a un despegue bancario inédito durante la primera mitad del siglo XIX. Con este respaldo, el tesoro estadounidense obtuvo tres préstamos para financiar directamente los requerimientos de su ejército en la guerra contra México (Cummings, 2009).

            La Nueva España heredó un mito endeble de grandeza, pues se pensaba que el nuevo país lograría consolidarse como potencia internacional. La quimera no fue conseguida durante el siglo XIX y las pugnas entre bandos políticos y militares mermaron la formación de mercados de acciones (Marichal, 1997). Hacia la década de los treinta y cuarenta, algunos empresarios nacionales ofrecieron créditos al gobierno general, pero con altas tasas de interés.

            Así, se invita a pensar en los avances del general Zachary Taylor en el norte, Winfield Scott desde Veracruz y Robert Field Stockton en California como campañas militares contra una república mexicana sin acceso a nuevos fondos de crédito internacional y con un sistema fiscal dislocado. Los quince millones de pesos de la indemnización otorgados por los Estados Unidos de América fueron empleados parcialmente para el pago de tenedores de bonos de la deuda mexicana y el resto difícilmente incentivó al utópico despegue económico. Del lado estadounidense, el fin de la guerra significó tensiones con los estados esclavistas, pero también, tierras para la producción y una fiebre del oro californiano, la cereza inesperada en un pastel largamente anhelado.

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