Claudia Ceja Andrade, La fragilidad de las armas. Reclutamiento, control y vida social en el ejército en la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX, Ciudad de México: El Colegio de México, Querétaro: Universidad Autónoma de Querétaro, Zamora: El Colegio de Michoacán, 2022.
por Erika Pani Bano

Quienes se interesan en el siglo XIX mexicano saben de la importancia de las fuerzas armadas. Gravosas, revoltosas e ineficaces, actuaron no obstante, durante el primer medio siglo de vida independiente, a menudo como el fiel de la balanza en las disputas políticas nacionales. A pesar de su relevancia, y de lo mucho que hemos aprendido de trabajos recientes, conocemos mal al ejército y otros cuerpos armados. La historia militar se ha ocupado de la doctrina militar –tan distante, lo veremos, de la realidad de los soldados— y de la estrategia y las acciones sobre el campo de batalla. Más nutrida, la historia política se ha centrado en personajes destacados, sin desentrañar, salvo excepciones, la lógica y el peso de sus capacidades militares.
El libro más reciente de Claudia Ceja contribuye de manera contundente a remediar esta situación. Estudia, desde la perspectiva de la historia social, a los miembros de la tropa apostada en la Ciudad de México en las décadas de 1820 a 1850. Al desentrañar quiénes eran estos hombres, por qué estaban en las filas del ejército, cómo vivían en el día a día y cómo se insertaban en la jerarquía militar, en redes de sociabilidad, clientela y consumo, así como en la ciudad en la que estaban acuartelados, la autora provee muchas de las claves que explican “la fragilidad de las armas” en el México decimonónico.
Así, Ceja muestra cómo un ejército que se piensa como un cuerpo revolucionario, formado por entusiastas ciudadanos armados, pero se norma con unas Ordenanzas muy parecidas a las que proclamara Carlos III de España, se aleja marcadamente de los ideales que supuestamente lo animan. Son poquísimos los soldados rasos que están ahí porque quieren: la mayoría han sido tomados a la fuerza por leva o sentenciados por un tribunal de vagos, no por “malentretenidos” sino por pobres. La precariedad del ejército mexicano corroe la distancia que supuestamente separa a este cuerpo del resto de la sociedad. Ayunos de recursos e instalaciones adecuadas, a la espera de una paga que cuando llegaba, lo hace tarde y reducida, los soldados desertan, estropean sus mal acondicionados cuarteles y salen a pulular por la ciudad: comen y beben en fondas y pulquerías, se parrandean, juegan y riñen. Empeñar el uniforme, robar y pedir limosna representan estrategias de supervivencia y la justicia militar una forma tanto de disciplinar como de tejer complicidades. Hombres, pero sobre todo mujeres entran y salen del cuartel, y a menudo permanecen en él. Venden alimento o servicios sexuales, acompañan y atienden a sus compañeros. A través del análisis acucioso de una gran variedad de fuentes, este libro pinta, con colores vívidos, unas vidas cruzadas por una multitud de relaciones, dentro y fuera de la corporación, marcadas por la incertidumbre, la privación y la violencia. A nadie debe sorprender, tras leer este sugerente texto, que éste fuera un cuerpo ineficaz e inconsistente.