Historia global, historia conectada (II)

por Matilde Souto

En una entrada anterior en este mismo espacio (6 de noviembre de 2019), partí de la idea de que los historiadores se han hecho por lo menos tres preguntas básicas sobre la globalización: qué es; cómo y desde cuándo se produjo este proceso y si se puede concebir y escribir una historia global. En esa ocasión abordé la tercera pregunta, así que toca ahora tratar sobre las dos primeras cuestiones. Un primer paso para delinear algunas respuestas me parece que es distinguir entre globalización, historia de la globalización e historia global.

Dicho de manera muy simple, la globalización es el proceso en el que hoy estamos
inmersos y cuyas expresiones más evidentes (que no las únicas) son la comunicación
mundial gracias a la internet; los flujos monetarios y de capitales entre países; la
convergencia de los precios en los mercados y las corrientes migratorias de pueblos enteros tratando de cruzar las fronteras en busca de trabajo o para salvar sus vidas amenazadas por la tremenda violencia política, ideológica y social en sus países de origen. Esta parece ser una noción de globalización comúnmente aceptada. De lo anterior se puede destacar que se trata de un proceso de interconectividad creciente que trasciende las fronteras nacionales. A partir de esta simple, muy simple definición de globalización, podemos establecer que la historia de la globalización es el estudio de cómo y desde cuándo se produjo este proceso. Pero las cosas se complican desde el momento en que se constata que la interconectividad es un rasgo necesario pero no suficiente, pues los contactos y conexiones entre pueblos y culturas prácticamente siempre han existido, luego entonces, para hablar de globalización se ha postulado que en algún momento esos entrelazamientos deben tener un impacto distinto que transforme los contextos que relaciona. Este fenómeno es el de la integración,
un proceso de cambios estructurales que se ha pensado conducirá a la formación de un
sistema único a nivel mundial (Sebastian Conrad, What is Global History?, 2016). Esto
plantea nuevos problemas. ¿Cuándo se comenzó a producir la integración? ¿cómo se
realiza? Y quizá la cuestión más preocupante ¿es un proceso único e inevitable?.

Con la mente puesta en los procesos económicos, para algunos historiadores la
globalización comenzó a producirse en el XVI, cuando la plata americana dinamizó el intercambio en los océanos Pacífico e Índico tanto como en el Atlántico (Dennis O. Flynn y Arturo Giráldez, “Los orígenes de la globalización en el siglo XVI”, 2014); para otros
ocurrió desde el momento en que es cuantificable la integración de los mercados
internacionales de productos básicos en el siglo XIX (Kevin O’Rourke y Jeffrey
Williamson, “When did Globalization begin?”, 2000). Pero para otros autores la
globalización —como categoría analítica y como fenómeno histórico— es cuestionable
(Frederick Cooper, “What is the Concept of Globalization Good for? An African
Historian’s Perspective”, 2001), pues ni siquiera hoy en día se puede sostener que el mundo todo esté inserto en el mismo proceso y mucho menos que el mundo se haya
homogeneizado, cuando saltan a la vista las tremendas desigualdades políticas, económicas y sociales. No obstante, la globalización se ha convertido en un proceso que se piensa natural y hacia el que la historia debe desembocar ineludiblemente como otrora fue la Modernización, regresando a la idea de una historia lineal, teleológica y presentista.

Pero volvamos al punto de inicio y distingamos entre la globalización y su historia
respecto de la historia global. Partamos de que esta es una perspectiva de análisis, una
forma de pensar en la historia, un enfoque en el que se ponen de relieve los contactos, las conexiones y los enlaces que siempre han existido entre pueblos y culturas distintas.
Relaciones de encuentros y desencuentros de naturalezas, texturas y signos muy diversos, que construyeron tanto como destruyeron y volvieron a construir. En esta forma de pensar la historia, la globalidad puede concebirse no necesariamente como un fenómeno de integración mundial, de globalización ineludible, sino como la toma de conciencia de la redondez del mundo (Serge Gruzinski, Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización, 2004 en francés, publicado al español en 2011, y Sanjay Subrahmanyam, “Historicizing the Global, or Labouring for Invention”, 2007), como un área de interés y no como un paradigma teórico (Marcel van der Linden, Workers of the World. Essays toward a Global Labor History, 2008, traducido al español en 2019). Con esta perspectiva histórica cobran importancia regiones del mundo antes olvidadas o subsumidas en otras, consideradas subalternas, periféricas, así que bienvenido sea el empoderamiento historiográfico que están alcanzando gracias a la historia global y de contactos. Nos toca desde aquí situar la historia de Latinoamérica y pensarla en conexión con otras partes del mundo, pero considerar caminos alternativos que no impliquen solo y necesariamente integrarla en función de la globalización actual.

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