por José Luis Galván Hernández
@josegalvanh
En la actualidad es natural escuchar explicaciones sobre por qué surgen ciertas enfermedades y cómo se deben tratar. Podría creerse que esta confianza en la medicina es algo reciente, sin embargo, desde hace más de dos siglos comenzó a utilizarse un método que revolucionó la lógica de prevención de los padecimientos: la vacuna contra la viruela. Este método se introdujo en la Nueva España a inicios del siglo XIX con la idea de proteger a la población de los estragos de esta enfermedad, pero, en especial, a los infantes.
Aunque esta historia comienza años antes, lejos de la Nueva España. En 1796 el médico inglés Edward Jenner probó una hipótesis que circulaba entre algunos especialistas: se había deducido que de alguna forma la gente que estaba en contacto con vacas enfermas de viruela bovina se volvía inmune a la viruela humana. Jenner extrajo pus bovino e inoculó (introducir, por medios artificiales, un virus o bacteria al organismo) a una serie de personas que respondieron con fiebre ligera y, tras varios días, con un aumento en el volumen de la herida donde fueron inoculados. Posteriormente fueron expuestos a viruela humana, pero no presentaron malestares. Esto permitió que Jenner dedujera que el método serviría para combatir la enfermedad, bautizó al procedimiento con el nombre de vacuna y publicó sus descubrimientos.
La publicación de Jenner fue un éxito en Europa, de manera casi inmediata llegó a Francia y de ahí pasó a España por vía del médico Francisco Javier Balmis, quien entendió el potencial del descubrimiento y solicitó a Carlos III el permiso para emprender una expedición a lo largo de todo el Imperio Español. La idea de esta expedición era dar a conocer el nuevo método y su aplicación segura en las posesiones del imperio alrededor del mundo, concretamente en América y las Filipinas.
Tenemos certeza de que la vacuna contra la viruela llegó a Nueva España por medio de la expedición del médico Balmis en 1804, también sabemos que en ese entonces se establecieron varias comisiones de vacunación: en la ciudad de México, en el puerto de Veracruz y en la ciudad de Puebla.
Las comisiones de vacunación tenían el objetivo de brindar un método de inmunización frente a la viruela. Publicaban bandos que eran leídos en las calles para invitar a que la población llevara a sus niños a recibir la vacuna, apelando a la seguridad del método. Su aplicación gratuita y las terribles consecuencias de ignorarlo (un ejemplo es el bando que se anexa a continuación. Estas comisiones se establecían cada tercer día en distintas partes de la ciudad, con la idea de cubrir todos los puntos. Además, contaban con registros de bautizos, proporcionados por las parroquias cercanas, para llevar un control de nacimientos y vacunar a los neonatos lo antes posible.

Imagen 1: Aviso al público en que se exhortaba a la población para vacunar a sus niños y prevenir el contagio de viruela (c.a. 1812). AGN, colecciones, historia, volumen 530
El registro de vacunados era minucioso y se daba seguimiento a quienes no respondían favorablemente al procedimiento. No obstante, la mayoría de los vacunados fueron niños ya que muchos adultos habían sobrevivido a la enfermedad años antes, aunque también llegó a haber vacunados de edad avanzada.
La forma de garantizar el efecto era seguir la evolución de la herida donde se había aplicado la vacuna. A los cuatro días se formaba un pequeño botón blanco que iba creciendo hasta a los once días de aplicación, posteriormente perdía tamaño y desaparecía. En caso de no presentar el botón a los cuatro días se tenía que presentar al vacunado para que volviera a recibir la aplicación. Para instruir a los encargados de suministrar la vacuna circularon varios dibujos de niños con el desarrollo de la herida post-vacuna, aquí un ejemplo:

Imagen 2. Dibujo de un niño en el que se muestra el desarrollo de los botones tras la aplicación de la vacuna. Abajo se muestra una vacuna mal suministrada que requería una segunda aplicación. Archivo General de Indias, MP, Estampas, 232
Otra estrategia que se implementó fue la de llevar la vacuna hasta los poblados más alejados de las ciudades. Para lograr esto se convocaba a curanderos locales junto con varios niños, se les enseñaba cómo aplicar la vacuna y en el camino de regreso a su localidad la transmitían de brazo en brazo entre los infantes para garantizar que el fluido se mantuviera en estado óptimo.
Aunque todavía falta estudiar con detalle a gran parte de estas primeras comisiones de vacunación, nuevas investigaciones sugieren que la sociedad novohispana recibió el nuevo método sin grandes complicaciones. También parece ser que hubo grandes esfuerzos por replicar estas comisiones en gran parte de las ciudades más importantes del virreinato. Por último, no hay que olvidar que el establecimiento de estas comisiones fue una clara respuesta a una constante histórica que se mantiene incluso en nuestros días: el miedo a las enfermedades.
Muy buen artículo, muchas gracias por la ilustración y felicidades.
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