por Claudio de Jesús Vadillo López
En el “Diario” de Rosa María López Mata (1928-2020), que recientemente descubrí, narra un viaje a Ciudad del Carmen, Campeche, de ella Educadora Normalista, estudiante de Filosofía, con su marido, el pianista carmelita, Segundo Vadillo Sanoguera (1916-2000), a manera de “Luna de Miel”, pues se casaron en enero de 1953 y hasta casi un año después, en septiembre pudieron viajar al terruño.
“Desde el avión se ve C. del Carmen como una gran hoja redonda flotando en un inmenso charco azul.
La gran mancha verde va dejando ver, poco a poco, hierbitas que menean gaviotas posadas en el agua, que pronto se convierten en enormes palmeras, platanares, cocoteros, laureles, flamboyanes, almendros, mangos, y una cantidad de vegetación que hace verde todo y las gaviotas se convierten en barcos camaroneros que salen y entran llevando su oro rojo.
El campo de aviación es amplio y bien cuidado, denota un grado de adelanto en las personas y que permite al viajante sentirse optimista.
Hay varias casas nuevas con tendencias modernistas, con los techos ya no de tejas sino de concreto. Con las comunicaciones la gente ve más mundo y lleva los adelantos a su pueblo. La nueva planta de luz ha permitido muchas otras comodidades, que sin ella serían imposibles. Aparatos que antes eran lujos, ahora son indispensables, más en tierra caliente donde la refrigeración es necesaria,
El pueblo se compone de casas antiguas, con grandes piezas de techos altos y tejado rojo.
La Parroquia al centro del pueblo donde se venera a la Virgen del Carmen, tiene dos torres, una es campanario y la otra, reloj.
Frente a la parroquia está el Parque, muy grande, de tipo colonial. Sus faroles, el kiosco al centro, y la reja que lo circunda es de herraje colonial.
El Palacio Municipal frente al Parque y del lado derecho de la parroquia, es moderno, apenas se inauguró con Alemán.”
En C. del Carmen, todas las personas nos recibieron muy bien. Finita Lliteras nos dio gran paseo por casi todo el pueblo en su jeep.
Con “Chachá”, amiga de Segundo fuimos más tarde a su terreno a la orilla del mar. Y la puesta de sol que vimos fue maravillosa.
Vimos a la Profesora María Pacheco Blanco que es la más antigua de la Ciudad y nos mostró su libro de “Geografía del Estado de Campeche”, con muchas fotografías.
Visitamos a Juan de la Cabada, homónimo del escritor, que es el Presidente Municipal.
Conocí la empacadora de camarón que es formidable. Ramírez, el dueño, nos regaló dos cajas de camarones gigantes, que no se venden en Carmen, pues son de exportación.
Finita nos dio los pibipollos que nos había invitado la noche anterior, pero que por otras invitaciones tuvimos que declinar.
Se me olvidaba decir que estuvimos en casa de Mr. Branson un americano o inglés altísimo, cuyos pies bien podrían sostener la Torre Eiffel. Él es un señor grande y su esposa una joven atractiva todavía en edad de merecer. Muy rico el matrimonio, colecciona antigüedades en plata, marfil, etc. Y tiene verdaderas maravillas.
Con el calorcito yo me tomé 3 cocteles de ginebra con limón y hielo riquísimo y para vergüenza mía los señores solamente se tomaron una. Pero no me paso nada. ¡shame of me!
De regreso, al pasar por Villahermosa, vimos en el campo de aviación a la Chata mi hermana y su esposo el Médico Militar José Pizá. Nos regalaron un disco LP del Concierto en Re Menor No. 20, para piano y orquesta de Mozart, que tocamos Segundo y yo.
Llegamos a Veracruz como a las 12:30 y comimos…y a las 8 salía el Pulman para México, así que la tarde la aprovechamos en visitar gente y un barco español anclado ahí, pero con unos españoles con caras y sentimientos de conquistadores que a mí que soy antimalinchista me cayeron como bomba. Al otro día llegamos a México entre 10 u 11.
En el texto, se plasma una mirada cultural “moderna”, que observa con distancia las prácticas culturales de los carmelitas.