por Ilihutsy Monroy Casillas
Después del triunfo de los republicanos sobre los conservadores e intervencionistas franceses en 1867, los líderes liberales mexicanos vislumbraron que el motivo del enfrentamiento era que la sociedad estaba dividida por tener distintas comprensiones sobre la realidad. La solución sería educar e instruir a la población con un mismo patrón. La esperanza de esta unificación fue la Escuela Nacional Preparatoria (en adelante ENP), creada por la Ley de Instrucción Pública del Distrito Federal. Dice Martín Luis Guzmán en La querella de México que, por tanto, “se llegó hasta fundar una gran escuela para forjar las nuevas almas”.
La ENP tenía dos funciones: la primera era formar a la ciudadanía con bases comunes y reglas fundadas en la novedosa propuesta del positivismo, y la segunda era abrir la puerta del conocimiento científico a los interesados en continuar con su formación en cualquiera de las escuelas nacionales (de Jurisprudencia, Medicina, Ingeniería o Bellas Artes, en cuanto a Arquitectura se refiere).
Si bien en el papel parece que estos dos objetivos se complementan, en los hechos se contraponen porque uno corresponde a establecer las bases cívicas y el otro a las científicas: la ENP no pudo cumplir con ambos de manera adecuada. En la prensa, parte de la sociedad planteó preguntas relativas a la incompatibilidad de esas metas. La respuesta final se dio en 1925, cuando la recién creada Secretaría de Educación Pública decidió quitarle dos años lectivos a la ENP para consolidar los estudios secundarios a nivel federal. Así, la Primaria y la Secundaria continuarían con una formación básica, y por su lado la ENP se encargaría de preparar a los estudiantes para la Universidad.
A lo largo de más de 150 años, educadores, políticos y reporteros expresaron opiniones favorables y desfavorables sobre la ENP, pero ésta se mantuvo gracias al apoyo político, financiero y material que recibió de distintas instituciones, entre ellas la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La ENP ha instruido con más de 10 planes de estudio, además que ha crecido a nueve planteles. Por sus aulas han transitado grandes maestros, entre quienes destacan Gabino Barreda, Justo Sierra, Porfirio Parra, Ignacio Ramírez, Alfonso L. Herrera, Ezequiel A. Chávez, Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano. Todos ellos son fundadores del pensamiento crítico y científico mexicano.
Saber más de esa institución implica revisar una bibliografía que en su mayoría se centra en los primeros 30 años de su vida. Pero hay muchos otros documentos administrativos y académicos que permiten conocer más de su evolución, los cuales están localizados en el Archivo Histórico de la UNAM (AHUNAM).
El fondo ENP tiene un volumen aproximado de 53 metros lineales, y sus fechas límites son 1867 y 1979. El acervo está clasificado de acuerdo a su estructura orgánica, por lo que podemos reconocer las tareas y actividades de la Dirección, la Secretaría (en asuntos de alumnos, de colegios particulares, de catedráticos, del personal docente, administrativo y servidumbre, y de contabilidad) y la Prefectura. Además, en su interior tiene una colección bibliohemerográfica. ¡Aquí hay una gran riqueza documental!
La vida escolar es testimoniada en papeles antiguos manuscritos, mecanuscritos e impresos, con sellos, firmas y membretes, los cuales fueron expresados en solicitudes, listados y registros de asistencia, inscripciones o calificaciones, exámenes, actas, certificados, etcétera, etcétera.
Si estás interesado en consultar físicamente algunos de sus documentos puedes asistir al AHUNAM. Si quieres conocer la versión del 2012 de su Guía específica (elaborada por Georgina Flores e Ilihutsy Monroy) o recibir asesoría personalizada sobre este fondo, envía un email a ilihutsy@gmail.com