Cartografía indígena, la intención detrás de un mapa

por Monserrat Narvaez Naranjo

Actualmente, usamos los mapas sólo para ubicarnos, para encontrar una dirección y no perdernos en un vasto territorio. Sin embargo, los mapas son algo mucho más significativo y trascendente, pues son creaciones que callan, que eluden, que dicen algo de poder, de expansión, de dominio, de ambiciones y de pasiones. No son representaciones fieles de la realidad y no están libres de problemas de objetividad, subjetividad y partidismo, pues comunican un punto de vista específico sobre el territorio de una sociedad en un momento en particular. 

Un caso interesante que nos permite comprender esta idea son algunos mapas que podemos encontrar en los códices y que forman parte de lo que conocemos como cartografía prehispánica.  Los códices son especies de libros sagrados que en las fuentes coloniales se denominaban «libros pintados» o libros de «pinturas», y que fueron elaborados por el tlacuilo, o escribano.

Mapa de Singüenza, siglo XVI. Centro de México. Papel amate. BNAH-INAH

Anterior a la conquista, los pueblos indígenas tenían un vasto conocimiento de su territorio, el cual plasmaron en distintos códices. Los propósitos de cada uno de éstos era distinto; algunos se usaron con intenciones cosmográficas, mientras que algunos otros fueron representaciones geográficas relacionadas con narraciones históricas.

Uno de los ejemplos más interesantes es el Mapa de Sigüenza, credo alrededor del siglo XVI y cuyo nombre proviene de Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), intelectual mexicano que fue también uno de sus propietarios. Este maparepresenta la historia cartográfica de cerca de 400 años de la migración de los aztecas desde Aztlán hasta Tenochtitlan.

En esta pieza, podemos observar algunas de las características de la cartografía prehispánica. En primer lugar, cada elemento de la naturaleza contaba con un símbolo y color particular que lo diferenciaba. Por ejemplo, las montañas se representan por medio de la figura de una campana o montículo, de color verde cuando tienen vegetación, de color amarillo cuando están desnudas y si llevan puntos significa que tienen arena. Tal como vemos en la pieza al cerro del chapulín o Chapultepec.

Para la identificación de cada lugar, se valieron de topónimos que en algunos casos tuvieron como base el uso del símbolo de la montaña o altépetl o bien se usaron dibujos esquemáticos de accidentes geográficos, de casas, templos, o elementos zoomorfos, físicos o vegetales. En el mapa, se establece por medio de topónimos la ubicación de los distintos sitios por donde pasó la migración azteca como Chapultepec, Culhuacán, Tlatelolco y Tenochtitlán.

Los caminos se plasmaron con franjas de color ocre sobre las cuales se pintaban huellas de pies en negro, alternando derecha e izquierda simulando el paso de la marcha, mismos que se observan en el mapa.

Finalmente, además de reflejar el conocimiento del territorio, pues los sitios establecidos en el mapa guardan una relación geográfica con su ubicación real en el espacio; en la pieza se plasma el tiempo que el que se estuvo en cada sitio a través del dibujo de pequeños círculos al lado de cada sitio así como ciertas guerras acaecidas en el lugar. De esta manera, se une el relato histórico con una suerte de mapa o representación del espacio conocido.

Ahora cada vez que mires un “mapa” recuerda que no es sólo una representación de un lugar, es el resultado de la concepción del espacio de una sociedad; cada uno fue creado con cierta intención y bajo las creencias políticas, sociales y religiosas de su tiempo, así podrás preguntare ¿Cuál es la intención y la historia detrás de éste?

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