Los Tratados de Brest-Litovsk, consecuencias

por Diego Bautista Páez

La posición adoptada en Brest-Litovsk tiene un par de antecedentes programáticos en el pensamiento de Lenin, su conceptualización sobre el imperialismo y el derecho de autodeterminación de las naciones. El primero se atisbó desde sus primeras publicaciones de altura teórica como El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899) hasta su sistematización programática en El imperialismo fase superior del capitalismo escrita en abril de 1916. Este no es lugar para simplificar la teoría leninista del imperialismo que sólo enunció como trasfondo analítico de su posición sobre la paz.  

La condición imperial de Rusia hizo que “la cuestión nacional” fuera una de las preocupaciones centrales de los revolucionarios rusos en contraste con sus compañeros centroeuropeos. En el Congreso socialdemócrata de Stuttgart en 1907, el cual también ratificó su rechazo al militarismo, los socialistas trataron la cuestión impulsados por los exiliados del zarismo y en 1914 la tuvieron como trasfondo del cisma más importante de su historia tras la votación de los partidos socialdemócratas por entrar a la “carnicería imperialista” que fue la PGM. El derecho a la autodeterminación de los pueblos del Imperio ruso fue ratificado, incluso con el derecho de sesión, diez días después de la toma del Palacio de invierno y mese antes de que se celebrara la Conferencia de Paris y los 14 puntos de Wilson.

Ambos pilares teóricos del canon bolchevique se volverían a someter bien pronto a nuevas pruebas de la realidad: la cuestión ucraniana, la marcha hacia Polonia en 1920 y trazar la política de la Internacional Comunista sobre la cuestión colonial; sólo por mencionar aquellas que se dieron antes de terminar la década. El mantenimiento de la revolución rusa y su ampliación serían –como en Brest-Litovsk- su omega al respecto.

Fronteras-rusas-tras-la-firma-del-tratado-de-brest-litovsk-en-1918. Fuente wikimedia

Aunque Alemania, como perdedora de la guerra, tuvo que renunciar a las posesiones acordadas en marzo, los tratados de paz de Brest-Litovsk marcaron el futuro sociopolítico de la región. El Tratado de Versalles contempló la formación de estados autónomos, pero en estos las confrontaciones entre imperios abrieron paso a guerras internas. Las identidades nacionales se instalaron como clivajes fundamentales para organizar la política y sus alianzas. Así, según el recuento de Norman Stone La Europa transformada 1878-1919, en Ucrania se abrió una disputa entre los nacionalistas del norte –muchos antisemitas– apoyados por los imperialismos occidentales contra las regiones al este del rio Dniéper, la cuenca minera del Donetz y la zona industrial de Jarkov, apoyadas por los soviéticos. También se abrió la posibilidad, en el sureste ucraniano hasta las costas del Mar negro, de que se gestara una experiencia de autodeterminación entre comunas agrarias y consejos populares al resguardo del Ejército negro comandado por Néstor Majnó que expulsó a los soldados alemanes, austriacos y varios regimientos de ejércitos blancos de la zona esa misma primavera.  Un recuento de los acontecimientos ucranianos se puede leer en Jacobin América Latina (https://jacobinlat.com/2022/03/25/la-invencion-bolchevique-de-ucrania/)

La restructuración del poder y las fronteras también fue el escenario perfecto para que los ejércitos zaristas, “blancos”, se agruparan territorialmente para atacar a la revolución rusa. Comenzaron hostilidades contra Rusia, Kornilov y la “división salvaje” de montañeses del Cáucaso; el general Denikin bajo apoyó británico en lo que hoy es Chechenia, Osetia del norte y Krasnodar; Yudenitch en Estonia, también bajo apoyo de la corona británica; y Wrangler en Georgia y Crimea apoyado por el estado francés según nombra Stone. En contraparte, la forma repentina de salir de la guerra y el convulso del momento suministraron una vasta reserva de soldados al Ejército rojo, el cual se comenzó a constituir apenas firmados los acuerdos y para mayo ya contaba con 400,000 efectivos.

Por último, pero no menos trascendente, este momento marcó una fractura duradera entre las corrientes de la izquierda rusa y mundial por lo menos durante la década del veinte del siglo pasado. Mencheviques, socialistas revolucionarios, anarquistas presentes en la Revolución de octubre no volvieron a tratar con el gobierno soviético quien solitario y en guerra dio sus primeros pasos tras pactar la paz.  

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