Historia viva: los museos históricos como espacios de comunicación y comunidad

por Mariana Estrada Argumedo

¿Quién va a leer esto? ¿Cómo puedo comunicar todo este conocimiento a un mayor número de personas? ¿Todo este trabajo va a servir de algo?

Cuando terminamos una investigación histórica, muchas interrogantes como estas vienen a nuestra mente. Nos imaginamos que publicaremos un libro o un artículo y que se convertirá en el primer best seller académico del siglo. Sin embargo, la realidad es que muchas de esas investigaciones que tomaron años de trabajo y esfuerzo, se quedan en un pequeño círculo de investigadores interesados en el tema.

Hay un espacio que puede abrir las puertas a estas investigaciones y llevarlas a los ojos y oídos de miles de personas. Se trata de un medio en el que los historiadores pensamos poco, pero que nos ofrece un sinfín de oportunidades para contar esas historias que sabemos que merecen ser escuchadas. Me refiero a los museos y, en especial, a los museos históricos.

Los museos son espacios que buscan acercar el patrimonio, material o inmaterial, a todas las personas. A través de ellos, los visitantes acceden a información que les era desconocida, pero que se relaciona con sus conocimientos previos. Los museos históricos, en particular, se dan a la tarea de reconstruir el relato histórico desde distintas perspectivas que permiten que los visitantes se adentren en la narrativa y conformen, junto con las piezas en exposición, a la historia viva.

La historia viva sucede cuando el visitante entra en contacto con una pieza de patrimonio cultural, lo que genera una experiencia sensible que le permite conectar con el pasado y aprehender la narrativa histórica de la exposición. En ese momento, el visitante se convierte en el elemento que permite que el pasado y el presente se comuniquen y que el patrimonio, así como la investigación que le respalda, tomen un sentido inédito.

De esta manera, los museos históricos, como medio de comunicación de investigaciones académicas, ofrecen la posibilidad de generar una experiencia estética en las personas que se acercan a dicha investigación. Es decir, a diferencia de los artículos, los libros y otras formas de transmitir el conocimiento histórico, la experiencia museal alude directamente a las emociones y sensaciones del visitante, lo que le permite registrar la información en la memoria a través de la percepción y, por tanto, más fácilmente.

Tan sólo en la Ciudad de México hay más de 50 museos históricos, además de cientos lugares que pueden convertirse en espacios expositivos, pero que no están avalados por una institución museística. Cada uno de ellos se convierte, también, en un espacio comunitario que pretende ser un elemento de cohesión social a través de la cultura. Así, además de la experiencia estética, los museos históricos ofrecen la creación de comunidades interesadas en narrativas históricas y sus implicaciones en el presente.

El carácter comunitario de los museos permite que las investigaciones históricas sean conversadas, discutidas y, sobre todo, compartidas entre personas no especializadas. Esto permite que el alcance de las investigaciones académicas se incremente de manera considerable.

Pocas veces pensamos en los museos como un medio para las y los historiadores. Desde luego, esto dificulta la entrada de todas estas investigaciones a los espacios expositivos. Sin embargo, como lo hemos visto, el museo histórico como medio de comunicación y como espacio comunitario tiene un importante número de ventajas para la difusión de todas las investigaciones históricas que merecen ser reconocidas y difundidas.

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