El «Congreso contra el vicio» de 1944

¿Una cruzada por la moral capitalina? (Parte 1)

por Odette María Rojas Sosa

A finales de 1943, la ciudad de México mostraba una faz de capital cosmopolita: crecía en población; se extendía en horizontal, con la creación de nuevas colonias, y también en vertical, con la construcción de edificios cada vez más elevados. Era la urbe a la que Efraín Huerta le declaraba su amor y su odio, a fuerza de sentirla “cada día más inmensa, cada hora más blanda”. Para algunos, la ciudad parecía ofrecer una cara poco halagüeña, oscura y corruptora.

En los últimos días de octubre de aquel año, el periódico Excélsior comenzó a publicar una serie de notas que pretendían denunciar (y ayudar a combatir) el auge del vicio, la inmoralidad y el crimen en la ciudad de México. Pero, ¿cuáles eran las actividades consideradas “viciosas” por sus efectos perniciosos? El consumo de alcohol, las toxicomanías y la prostitución, que, además, parecían multiplicarse en la capital a medida que se incrementaban las cantinas, las pulquerías, los cabarets, los salones de baile, las “casas de mala reputación” y los “hoteluchos”, también conocidos como hoteles “de tránsito”. Un aspecto que parecía inquietar considerablemente a Excélsior era que estos “centros de vicio” estaban ganando espacio, no sólo en las barriadas populares, sino en colonias “aristocráticas”.

            Junto con las notas, firmadas en su mayoría por la periodista Concha de Villarreal, aparecieron entrevistas realizadas por Luis Spota a importantes funcionarios, médicos y juristas, quienes trataban de explicar por qué la ciudad se estaba convirtiendo en un “gigantesco antro de vicio”. Dos de las más importantes autoridades capitalinas, el regente Javier Rojo Gómez y el procurador Francisco Castellanos, coincidían en que uno de los factores del incremento del vicio era el propio crecimiento de la urbe: a mayor población y tamaño, mayor demanda de diversiones y entretenimientos. El penalista José Ángel Ceniceros y el criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón eran de la misma opinión. En efecto, la década de 1940 fue una de las de mayor crecimiento demográfico y expansión urbana en la capital del país.

Otro factor que mencionaron algunos de los entrevistados era el alza del turismo, pues la ciudad de México se había vuelto un foco de atracción para estadounidenses y europeos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. El tema también dio pie a consideraciones de corte moral: el procurador Castellanos señaló que había un relajamiento de valores, producto de la civilización, el estado de guerra, la urbanización; Ceniceros consideraba incluso que era una “crisis” que no sólo afectaba a México sino al mundo entero por el “desquiciamiento colectivo e incontenible” en que se encontraba. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1943 las autoridades capitalinas emprendieron diversas clausuras de centros de vicio, aplicando con observancia los reglamentos vigentes, sin embargo, estas medidas parecían insuficientes para moralizar a la ciudad licenciosa, por lo que se decidió organizar un evento en el que miembros de diversos sectores de la sociedad capitalina pudieran expresar su postura respecto al incremento del vicio y ofrecer propuestas para hacerle frente.

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