por José Rodrigo Moreno Elizondo
Es 1º de noviembre de 2018 en Nueva Habana, La Florida, Santiago de Chile. Chopan y yo participamos de una olla común preparada para un día especial al que nos ha invitado Víctor. Las paredes nos recuerdan que nos encontramos ante un proceso de gran actualidad: “Somos los hijos, los nietos, de los que lucharon. Ahora a nosotros nos queda el resto”. Las letras rojinegras, la fecha y el sitio me permitieron palpar una tradición política ligada al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en los esfuerzos presentes por construir poder desde abajo entre el pueblo chileno al ritmo de la cueca, la cadencia del tambor de una machi, las rimas y la defensa de la ciudad popular, una reserva de valores y de solidaridad mantenidas por generaciones. Pude estar ahí gracias a Chopan.
Una indagación me condujo hasta Chile y a Chopan. Pasé unos meses de 2018 en Santiago analizando la construcción de poder popular en la vinculación de organizaciones políticas con clases y sectores populares en las ciudades a partir del caso del MIR. Entre los archivos encontré elementos enriquecedores, pero también me vinculé con personas como Chopan, quien me permitió recuperar sus experiencias como militante y dirigente del que en Chile se conoce como el sector poblacional. Una tarde de octubre, Chopan fue muy generoso al compartir parte de su archivo personal, su experiencia, su memoria, su historia, su identidad: Francisco Trabol Melipil, un chileno muy mexicano.

Francisco nació el 7 de mayo de 1949 en Santiago, en el sector la Vega Central, hijo de trabajadores del campo. De ascendencia mapuche, Pancho vivió en carne propia la vida en callampas (viviendas precarias), conventillos (una especie de vecindad) y poblaciones, así como el temprano ingreso a la vida laboral en la mecánica automotriz. A los veinte años la politización juvenil, referentes como Salvador Allende y las organizaciones políticas, lo acercaron al MIR, donde adoptó Chopan como seudónimo, una inversión de su nombre. El trabajo de base en un centro cultural juvenil en la población Joao Goulart le permitió transformar su conciencia y convertirse en organizador. Pronto se volvió un militante y dirigente entre la movilización y actividades culturales en medio del proceso de transformación que representó la Unidad Popular.
En ese periodo el MIR construyó una valiosa experiencia de poder entre los pobladores y a finales de 1972 realizó un ajuste en la implementación de la política de construcción de un poder popular para incidir en el proceso revolucionario. Esto precisaba recuperar las necesidades populares, como sucedió con los pobladores por medio del Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR). Chopan participó en una acción codirigida con la Izquierda Cristiana y el Partido Socialista para instalar un campamento en octubre de 1972. Pero la toma no pudo realizarse a plenitud ante el cambio en la correlación de fuerzas y el creciente avance de la reacción.
La represión derivada del golpe de Estado lo alcanzó, fue detenido, casi fusilado en un primer momento y salvado de milagro por el choque del jeep en que lo transportaban los militares. Pasó a la clandestinidad y la resistencia entre los pobladores hasta que en 1975 recibió la orden de exiliarse a México. Acá recibió el apoyo del pueblo en lucha, probó la tortilla, los tacos y las caguamas. Pronto se volvió profesor en el norte del país y también se incorporó a la solidaridad con luchas como las de los yaquis y con las revoluciones en Centroamérica. Cuando los debates en el MIR plantearon las discusiones sobre la estrategia de lucha contra la dictadura, Chopan se integró al ala encabezada por Víctor Toro que formó en 1982 el MIR-Tendencia Proletaria Insurreccional, luego simplemente TPI, aunque pudo volver a Chile hasta mediados de la década de 1980. Su década aquí merece un trato aparte. La militancia y el exilio en México hicieron de Chopan un chileno-mexicano.