¿Anarquismo en el fútbol mexicano?

por Benjamín Marín Meneses

Miguel Fernández Ubiría en su libro Fútbol y anarquismo (2020) menciona la existencia de dos agrupaciones futbolísticas en México que podrían enmarcarse en el ideal anarquista: la Selección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el UD Sinaia (en el que juegan, esporádicamente, Gael García y Diego Luna). Las suposiciones de Fernández Ubiría, para el caso mexicano, no están sustentadas por una investigación rigurosa. Por ello, me pregunto si, como en muchos otros países, hay conexiones entre el futbol y el anarquismo. A primera instancia, parecería que México no es escenario de esta fusión. Lejos estamos de tener equipos como el St. Pauli alemán, el Rayo Vallecano español, el Beşiktaş turco o el Argentinos Juniors de Buenos Aires. Las condiciones sociales y políticas parecen no permitir que el anarquismo se presente dentro de la organización deportiva de un club mexicano o de sus hinchas a gran escala.

Y es que, a diferencia de Argentina, España o Alemania, el movimiento libertario mexicano y el balompié no tuvieron nexos históricos importantes. Una hipótesis aventurada sería el decir que miembros de la “Rebel”, barra de animación de los Pumas de la UNAM, pueden tener cercanía con los postulados ácratas. No obstante, esto sólo sería una especulación basada en que los Pumas representan a la máxima casa de estudios, donde se ubican agrupaciones anarquistas en el Auditorio Che Guevara. La respuesta, en cambio, por paradójica que parezca, la encontré en el rival clásico de los universitarios: el América. Las águilas, tradicionalmente, han sido vinculadas con el poder empresarial y no es para menos, ya que son propiedad de Televisa.

Barra del Ampérica, desplegando mantas por el caso Ayotzinapa, con la A circulada del anarquismo

Sin embargo, miembros del “Ritual del Kaoz”, uno de sus grupos de animación, han declarado en entrevistas defender una ideología “antifascista, antirracista, antihomofobia y antixenofobia”, valores compartidos con hinchadas abiertamente ácratas, como las del Rayo Vallecano o sectores del St. Pauli (el anarquismo histórico ha abogado por combatir el fascismo; a la par de pugnar por la igualdad social y la eliminación de prejuicios racistas u homofóbicos). La mayoría de los barristas, americanistas, son oriundos de zonas populares de la Ciudad de México. Haciendo una suerte de etnografía digital encontré que, en efecto, en sus redes sociales se puede ver fotos en las que enarbolan banderas de Palestina, antifascistas o que hacen alusión a Ayotzinapa, comentándose que el “Ritual” no olvida y desea la caída del colonialismo. Muchas de las publicaciones motivan colectas en favor de desastres naturales o reivindican lo barrial y lo mexicano (esto último para los americanistas que radican en Estados Unidos). Las pequeñas observaciones, más que ser fruto de una investigación profunda, son pistas que quisiera dejar para motivar a indagar sobre la cuestión.

Quizás el “Ritual del Kaoz” no sea la única barra que se asuma antifascista en México. Y, aunque sus desplegados políticos distan años luz de los vistos entre los “Bukaneros” de Vallecas o en el estadio del Celtic, vale la pena prestar atención a fenómenos como el americanista. Tal vez así, desde la trinchera del fútbol, se podrían llenar huecos en la historia del anarquismo mexicano del siglo XXI, a veces tan difusa o complicada; ya que las barras aparecieron en los últimos años del siglo XX. Por tanto, su politización debió acaecer en algún punto del nuevo milenio. No es una tradición añeja, como el de otros equipos antes referidos, o un caso de desapego a valores primigenios (por ejemplo, Argentinos Juniors, equipo fundado bajo el ideal anarquista pero que, de a poco, abandonó el sendero).

La irrupción de la política radical en la grada norte del Estadio Azteca pudo ocurrir a través de la empatía con eventos puntuales: el Conflicto magisterial de Oaxaca (2006); la represión en San Salvador Atenco (2006); la elección presidencial de Enrique Peña Nieto (2012) o la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa (2014). Carlos Illades ha avanzado sobre el campo del anarquismo contemporáneo, pero el balón y su ligadura con la política radical no han sido explotados historiográficamente. Esto deviene en un campo fértil para historiadores y antropólogos.

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